Una película avergonzada de una sencillez que pudo haberla favorecido.
Las películas de acción tienen un solo objetivo: ser entretenidas y que los personajes nos preocupen. Tan simple y noble como parece. No tiene nada de malo que una película de género quiera intentar dejar un mensaje, el problema es cuando se nota ese deseo y lo forzado que está.
Caminando la Milla
James Silva supervisa una unidad militar de elite que debe recuperar un químico peligroso antes de que sus enemigos puedan convertirlo en un arma. Para fortuna de ellos un policía indonesio tiene la información de dónde está ese material. Para desgracia de ellos exige que se lo saque del país a cambio de la información. A regañadientes el gobierno acepta, siendo 22 millas las que lo separan de la Embajada Norteamericana y el avión que lo llevará. Un recorrido que aprovecharán ciertos individuos que desean que esa información no se dé a conocer.
El guion de Milla 22 parece ser uno simple e incluso entretenido. El riesgo está, y las consecuencias también, para que el espectador se preocupe por el destino de los personajes. Las escenas, tanto de acción como las de pelea, están bien diseñadas y ejecutadas. No obstante, esta película tiene tres cruces que cargar.
Primero, la reiteración de ciertos recursos narrativos, por ejemplo la bandita que lleva en la muñeca el personaje de Mark Wahlberg. Se nos explica que estira y golpea esta bandita contra su muñeca cada vez que está nervioso, un recurso que introducen, explotan y agotan antes de terminar siquiera el primer acto. Una repetición que lamentablemente bordea lo insoportable.
Segundo, un patrioterismo que oscila entre la parodia y el orgullo, y en realidad el espectador no termina de apreciar o entender ni una cosa ni la otra. Como si esto fuera poco, la incorporación de este concepto es uno de los elementos más forzados que tiene Milla 22, no tanto por repetición sino por escasez y por conveniencia, apareciendo solo al principio y al final. Y si hablamos de forzado, tenemos que hablar del constante rol de expositor en el que ponen a Wahlberg, explicando cada cosa a cada paso del camino.
Tercero, un clímax explosivo pero no muy inteligente, esencialmente por valerse de un recurso que pudo haber sido utilizado en cualquier momento. Amén de un final sorpresivo que no lo es tanto.
Por el costado actoral Lauren Cohan entrega la que es quizás la interpretación más empática de la película. John Malkovich se desempeña decentemente a la altura de lo que es un actor de su trayectoria. Mark Wahlberg, quien se ha distinguido por sus papeles de “bad boy” a lo largo de su carrera pero siempre fueron queribles o por lo menos comprensibles, no cosecha ese encanto en este título, cayendo no pocas veces en lo peor de ese espectro.
En el aspecto técnico, la fotografía y el montaje responden a como se narra (o como se cree que debe narrarse) el género de acción en la actualidad: una cámara demasiado agitada cortada por un montaje impulsivamente breve entre plano y plano. El espectador puede ver la acción, pero es como si quisieran darle más intensidad a algo que ya puede trabajar bien con lo que tiene.