Quinto largometraje de Lee Isaac Chung, guionista y realizador norteamericano de ascendencia oriental. Cinta de tintes autobiográficos para el director de “Lucky Life” (2010), una de las favoritas en la última entrega de los Premios Oscar retrata el viaje de una familia coreana, migrando hacia Estados Unidos en busca de la tan mentada tierra prometida. La obsesiva conquista del sueño americano sustenta un relato familiar dramático. Una narración persigue el detalle para destacar la idiosincrasia de sus raíces y la construcción de los vínculos, si bien en más de una ocasión pecará de extrema literalidad para dar a conocer la sabiduría del mensaje que sustenta: rangos etarios como metáforas no otorgan mayor dimensión de análisis. Con producción de Brad Pitt, quien retoma la labor desde productos como “Moonlight” o “Doce Años de Esclavitud”, “Minari” hereda el devenir de la vida de retratos íntimos autoría de Hirokazu Koreeda. Ganadora a su estreno en la última cita de Sundance, la íntima visión comprende obstáculos como parte de la vida, consumando el enésimo y previsible simbolismo en la planta asiática que da título al film. Mientras puntos de vista contratados en personajes claves nos presentan una pugna ideológica entre inmigrantes progresistas y conformistas, la idea del florecimiento y el crecimiento personal en un territorio ajeno, proyecta la vida del inmigrante, trasladando a las acciones humanas la sabiduría natural el ‘minari’. Bajo la idea del progreso colectivo con un fin en común, la meta a alcanzar mostrará a enjundiosos y laboriosos seres capaces de adaptarse a una realidad tan ardua como desconocida. Prefigura una mirada poética, adueñándose de momentos emotivos francamente poderosos. No obstante, pecando de cierto didactismo, acaso las semillas coreanas sembradas en suelo americano auguren una buena cosecha. Mayor corrección, imposible.