Luego de siete años desde la última película de la saga, los mini-espías vuelven a la acción.
Como en las anteriores, todas dirigidas y escritas por Robert Rodriguez (director de El Mariachi, y Sin City), esta última entrega mantiene la tónica de sus predecesoras, aunque tal vez sin tanto rostro famoso de invitado. En esta ocasión, la aventura comienza presentándonos a Marissa (Jessica Alba), una espía que oculta su verdadero trabajo a su familia. Aunque ella no se parece en nada a las madrastras de los cuentos clásicos, es muy prototípica la relación de odio que mantiene especialmente con Rebecca (Rowan Blanchard), la hija de su esposo Wilbur (Joel Mc Hale, muy conocido por la serie Community).
En cambio su hermano, Cecil (Mason Cook), lleva las cosas más diplomáticamente. Un viejo caso se reabre, poniéndolos a todos en peligro, y la organización secreta para la que trabaja, la OSS, se ve forzada a descubrir la verdadera identidad de Marissa a sus hijastros. Así comienza la aventura para detener al Cronometrador, un malvado que pretende acelerar el tiempo en el mundo hasta destruirlo. Participarán también los niños, recuperando la vieja sección Mini- Espías de la organización.
Como perlita, aparecen, ya como agentes mayores, Juni y Carmen Cortes, los mini-espías de las tres películas anteriores.
Para los adultos, la película no generará demasiadas sorpresas, y para los más chiquitos, la trama puede resultar un tanto confusa ya que habla de los viajes en el tiempo, con un curioso planteo acerca de sus consecuencias. Yo no sé ustedes, pero en mi caso, la única teoría ficcional del tiempo y su relatividad válida es la de Volver al futuro, así que no me cerró la propuesta planteada en este film.
Las actuaciones son apenas correctas, y los efectos en 3 D tampoco están del todo aprovechados. Uno esperaría más de un director como Rodriguez, que sin embargo se conforma con volver a pegar la fórmula que le dio éxito en las tres anteriores. El humor es simple, a veces simpático, y bastante escatológico (bolsas de vómito, pañales sucios, etc), pero los chicos de la sala se ríen a carcajadas. Lo discutible es si nos quedamos con que lo muy básico con los chicos funciona, o si les proponemos algo un poco más elevado, que los desafíe como espectadores, arriesgándonos a que no siempre sea tan fácilmente efectivo.
Nota al pie: En Estados Unidos, esta película se ofreció con la opción de la cuarta dimensión, el Aromascope. El mecanismo es bastante simple: al ingresar al cine se entrega a cada espectador una tarjetita con números que debe raspar a medida que ese número se ve en pantalla. Cada número corresponde a un olor diferente (pañales sucios, golosinas, etc), y eso le agrega la participación al sentido del olfato como agregado.