Minions

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Las secuelas degradan a un producto genial; si la idea original no era la de contar una historia épica en varios capítulos, lo único que obtenemos es un desesperado intento de seguir lucrando con la memoria del público. Mi Villano Favorito es un ejemplo perfecto de esto; salió de la nada, se volvió en un éxito de público y crítica y pronto disparó una andanada de secuelas. La segunda parte fue mecánica pura con poco y nada del corazón que tenía el original, y ahora llega esta precuela, la cual es sólo una larga serie de gags protagonizada por un puñado de nuestros personajes favoritos. Oh, sí, los Minions (secuaces) eran lo mejor de Mi Villano Favorito pero, como suele ocurrir, lo mejor viene en cuentagotas. Es algo parecido a los que ocurrió con Piratas del Caribe en donde Jack Sparrow era un personaje secundario genial pero, cuando le dieron el protagónico exclusivo en Navegando en Aguas Misteriosas, toda la magia se murió por sobredosis. Sin Gru y las huerfanitas lo que queda en Minions son gags estirados en una historia que le queda demasiado corta.

Honestamente, creo que toda la trama de Minions puede resumirse en menos de media carilla. Los bichos son simpáticos y ciertamente hay secuencias graciosas pero, por cada acierto, hay 5 o 10 que pifian el blanco. En particular, el seteo de la historia en la Inglaterra de los años 60, lo cual deberían disparar una tonelada de referencias poperas pero de las cuales tenemos sólo un puñado - los Beatles cruzando Abbey Road, o los policías tomando té mientras manejan patrulleros Austin Mini -. Ni siquiera la convención de villanos tipo Comic Con obtiene todo el jugo que debiera. Aparece la villana - una anodina Sandra Bullock - y lo único que hace es pavonearse en el aire durante media hora con su pollera - cohete. Mucho golpe, mucha caída, mucha comedia slapstick, pero ningún personaje interesante (a lo sumo Jon Hamm como el marido de Scarlett Overkill, el cual se relame con su acento british en las pocas líneas que el libreto le ha asignado); y si a eso se le suma el cocoliche que hablan los Minions - y que es gracioso durante un tiempo -, verán que la trama va a los saltos. Hasta el climax es estirado, con la villana que parece derrotada pero regresa... y regresa... y regresa...

Una tonelada de chistes no alcanza para hacer una película buena y, sobre todo, en el caso de Minions que viene de una estirpe fílmica caracterizada por su sentimiento. Acá el gran momento emocionante figura en los cinco minutos finales, en donde los bichos se topan con un Gru pre adolescente, y en donde bastan un par de muecas del personaje de Steve Carell para meterse a la platea en el bolsillo. Si el film hubiera apuntado a ese Gru pre púber, el resultado hubiera sido mucho mas satisfactorio.

Definitivamente Minions es para un público de un dígito de edad. No está al nivel de Mi Villano Favorito (ni por asomo), sino que está para generar merchandising. Pero los productos que olvidan su naturaleza de nacimiento terminan pereciendo y algo de ello es lo que pasa con esta saga, la cual viene apurando el grado de declive. No es necesariamente mala pero desborda de relleno, y eso es algo que termina resultando molesto incluso antes de que lleguen los títulos de crédito.