Pequeñitos pero rendidores
Tras las dos primeras películas de Mi villano favorito (recaudaron entre ambas más de 1.500 millones de dólares en todo el mundo) y antes de la tercera entrega que se estrenará dentro de dos años, llega este spinoff dedicado a las simpáticas y encantadoras pequeñas criaturas amarillas, que a la vez sirve como precuela de los films anteriores (sobre el final encuentran al querible malvado Gru).
Pero no será fácil la búsqueda de un amo al cual servir (que es la razón de su existencia). Tras intentar sin suerte con un dinosaurio T-Rex, con un hombre de las cavernas, con Drácula, con Napoleón y así, tres de ellos salen de su refugio en la nieve para -ya en plenos años ’60- buscar una nueva figura aterradora, que terminará siendo la siniestra Scarlet Overkill, quien planea -por ejemplo- apoderarse de la corona de la reina de Inglaterra. El problema es que cuando el trío llega a una convención de malvados en Orlando la película cae en la trampa con la que suele tropezar la mayoría de los films animados: la acumulación de situaciones y personajes y una tendencia a la derivación y a la dispersión que resienten el interés, la cohesión y la solidez del relato.
El francés Pierre Coffin y el estadounidense Kyle Balda consiguen varios pasajes entrañables y divertidos, pero la película luce -aún con su escasa hora y media de duración- demasiado larga y estirada (igual es muy superior a, por ejemplo, Los pingüinos de Madagascar). De todas maneras, dado el tremendo éxito de la saga y la indudable simpatía de los Minions, el fenómeno está muy lejos de extinguirse.