La invasión británica
Y finalmente los Minions tuvieron su película. El debut estelar de estos malignos Kinder de antiparras amaga, sin embargo, con ser la precuela de Mi villano favorito. Pero, haya o no en el futuro una Minions 2, no cabe duda de que son las mejores criaturas de animación desde La era del hielo y en este film deslumbran no sólo con su potencial, sino con situaciones de excelente calibre. Como en un documental, una voz en off remonta la vida Minion hasta la prehistoria, cuando sirvieron al Tyrannosaurus Rex, luego a faraones egipcios, a Napoleón, y finalmente a un retiro en el polo norte. Sin líderes villanos, Kevin se lanza en una expedicionaria búsqueda con Bob y Stuart, y el trío desemboca en la Nueva York de los sesenta. En un programa televisivo conocen a Scarlet Overkill, la peor villana de la historia, y viajan a su encuentro en Orlando. Scarlet los adopta, les entrega superpoderes y los manda a robar la corona británica en la Torre de Londres. Y aquí empieza la mayor diversión.
Cuando la mayoría de las películas de animación tienen mojones de aciertos sobre los cuales se monta la historia, Minions tiene un inmejorable arranque y desde ahí no hace más que robustecerse. Mientras los superpoderes del trío y la villana son un mano a mano de Illumination Entertainment con la lisérgica serie animada Adventure Time, en Londres las payasadas slapstick parodian en diversos ángulos a la cultura británica (en algún punto, hasta mimetizarse). Desde el problemático ingreso a la Torre de Londres, donde una empleada los confunde con hooligans, la película bromea con los lugares históricos, el tube, el acento inglés (una pérdida, como siempre las hay, en la versión doblada), Los Beatles y hasta Juana de Arco y Godzilla, con clásicos del rock como banda sonora. Imperdible.