Un comienzo de franquicia básico pero efectivo
Luego del gran éxito de "Mi villano favorito" y su secuela, era prácticamente una fija que en algún momento iba a haber un spin off de esas divertidas criaturitas amarillas llamadas Minions.
Debo decir que no soy muy amigo de los spin off tirados de pelos, y cuando anunciaron que habría uno de estos bichitos pensé que sería pésimo y no tendría sentido justamente por el rol secundario y prácticamente mudo que tuvieron estos seres en la saga de Gru. Bueno, si bien no me pareció una de las películas animadas más brillante del año, creo que logró encontrarle la vuelta al hecho de contar una historia de origen y poder ofrecer una entretenimiento decente.
Repito, no es brillante, ni te vas a retirar de la sala pensando "che, los Minions es un película bárbara, super recomendable con la que me despanzurré de la risa", no, pero tiene sus buenos momentos y logra encaminar una nueva franquicia que sin dudas tendrá al menos dos entregas más.
La trama se centra en el pueblo Minion, cuyo único objetivo en la vida ha sido servir a los villanos más malos que han caminado sobre el planeta Tierra. Luego de acabar involuntariamente con todos sus amos, se encuentran finalmente en una situación estéril, de aburrimiento e inutilidad total. Ante esto, deciden enviar a 3 exploradores a buscar al villano máximo, aquel que los banque y no se muera en el proceso. Los 3 valientes resultan ser los conocidos Stuart, Kevin y Bob. En su aventura se cruzarán con una loca familia que está asistiendo a la Villain-Con, la convención más grande de villanos del mundo y posteriormente con Scarlet Overkill (Sandra Bullock), la malvada más fabulosa de todas. A partir de acá se arma el nudo que contiene el alma de la película, un alma que resulta básica pero efectiva, que despliega un repertorio de situaciones humorísticas que permiten que los bichitos amarillos se luzcan al 100%. No hay mucho que esto. Un compilado de humor físico que en la gran sala de cine resulta contagioso, aunque al salir y con la risa ya calmada, es inevitable pensar que lo que vimos bien podría haberse hecho para televisión y el efecto hubiera sido muy similar. Más para fanáticos que para espectadores ocasionales.