Masacre de hormigas
El origen de Minúsculos: el valle de las hormigas se remonta al 2006, con una simpática serie de cortos que se emitieron en Francia y Gran Bretaña con un fin claramente educativo. La fórmula era novedosa y efectiva: animación digital sobre fondos tomados de ámbitos reales donde los insectos que protagonizaban cada episodio habitaban, dándole al segmento un tono hibrido que, junto al tono de comedia, daba una visión “divertida” del mundo entomológico. El éxito de la propuesta, que ya va por su segunda temporada, fue lo que permitió la realización del largometraje que se estrena esta semana. Y a la propuesta, si bien no pierde su encanto, también es cierto que le sobran minutos en su traslado al largometraje.
Nuestra protagonista identificable es una vaquita de San Antonio que, tras una serie de avatares, termina junto a un grupo de hormigas que se reparte los restos de un día de picnic. Tras eventualmente afirmar sus lazos, en el camino hacia el hormiguero con el botín se encuentran con otro grupo -pero esta vez, de hormigas rojas- que pretende sacarles aquello que han obtenido. No hay mucho más en la trama: el relato no se sale de esta premisa básica que va a implicar el viaje de las hormigas a través del bosque, perseguidas por el grupo antagónico. Cómo llegan sanas y salvas, y cómo sobreviven al enfrentamiento final que se da en el clímax, es donde la película logra dinamizar el peligro que acecha a nuestro protagonista y donde hay un mayor crecimiento de la minúscula heroína.
Los directores Hélène Giraud y Thomas Szabo, también creadores de la serie original, parecen fascinados por el movimiento y el detalle, aunque lo contraponen a los fondos bucólicos del paisaje rural francés. Por esta razón quizá haya segmentos que parecen sobrar, resultando completamente irrelevantes en la acción dramática o cómica. Por ejemplo: si se está disputando una batalla a gran escala, no esperamos ver el detalle de las hormigas prendiendo fuego uno a uno los fuegos artificiales que sirven a su singular defensa. Lo mismo sucede con todas las acciones, no hay una economía en el movimiento de lo que se muestra y eso lleva al estancamiento de algunos momentos memorables del relato.
En todo caso, una entrega atendible y llamativa por su contenido entomológico acompañado de buenos momentos de comedia, pero a su simpatía visual y su novedosa propuesta parece quedarles algo largos los 89 minutos que componen el film.