Por un puñado de dulces
Una vaquita de San Antonio es la peculiar protagonista de este film de animación sin diálogo, una coproducción belga y francesa dirigida por el guionista Thomas Szabo y la artista visual Hélène Giraud, hija del recordado Moebius. El desafío más importante de la película es poner en marcha una historia en donde lo fundamental resulta de la interacción entre los gráficos y la banda sonora (ambos de excepción), y Minúsculos, si bien no consigue entretener a la altura de Pixar, sí en cambio gratifica por sus recursos e imaginación.
La película empieza cuando el personaje (sin nombre, como todos los demás) recibe el embate de unas moscas bullys y queda con sus alas averiadas. Sin poder volar, cae dentro de una caja de dulces, remanente de un picnic, y es adoptado por un grupo de hormigas que traslada el botín a un terraplén, donde vive la colonia. En el camino, las misioneras son sorprendidas por un equipo de hormigas coloradas que, recelosas por el botín, organizan una invasión al terraplén de sus enemigas.
Aunque no funciona de manera consistente (sobre todo al inicio, cuando la sintonía del espectador debe habituarse a la microscópica trama), Minúsculos es notable por el trabajo estético de la compañía Futurikon (famosa por la primera incursión de Minúsculos en formato televisivo). La fotografía paisajista es imponente y se mezcla de modo casi imperceptible con las animaciones, mientras la música de Hervé Lavandier remarca el tono hollywoodense de graciosos enfrentamientos que remiten al cine de Chaplin y Buster Keaton. Entre varios momentos logrados se destacan los sueños de la vaquita, recordándose entre pares, volando para despertar impedida y rodeada de hormigas; o el ataque de las hormigas coloradas a la fortaleza, que evoca un asedio medieval con un intercambio de letales hisopos y escarbadientes. Este estreno comercial es una oportunidad para quienes se perdieron la primera proyección del film en nuestro país, en el último Bafici.