Miragem

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

A María Karina

… como si no bastasen los ojos//

sin el revés de la imagen

(Poemas de Egarim Mirage, Graciela Yáñez Vicentini)

La repetición de lo que cada uno aprendió con la mamá y el papá es algo fallido.

Tener todo programado es fallido

Breve miragem de sol

La mirada de Fabrício Boliveira y los múltiples sonidos fuera de campo nos interpelan en el transcurso de Breve miragem de sol (2019) de Eryk Rocha. La tristeza y el cansancio en sus ojos saltones nos inquietan hasta el final, aun si más de la mitad de los planos están grabados de noche o madrugada por las andanzas como taxista del personaje que el actor interpreta.

Eryk, hijo del legendario artista Glauber Rocha (Antonio das Mortes, Deus e o Diabo na Terra do Sol), escoge los códigos ficcionales para esta obra a diferencia de sus películas anteriores. Queramos debatir o no las diferencias difusas entre este registro y el documental, el propio Eryk lo hace dentro del guion, el cual co-escribió junto a Fabio Andrade y Julia Ariani.

Por ejemplo, el taxista le dice a los primeros pasajeros que se llama Juvenal. Si bien luego podemos suponer que miente por cómo se desenvuelve la dinámica entre ellos, algunas noches después le dice a Karina (Bárbara Colen), otra pasajera, que se llama Paulo. Confiamos en esta respuesta por la química entre ambos, pero la duda ya está instalada en nosotros como espectadores: quién es y quién dice ser este conductor nocturno. Esté inspirado directa o indirectamente en hechos reales, los guionistas borran los límites entre la anonimia de un taxista y un personaje ficticio con nombre claro. Pero tampoco nos confunden en el ínterin.

Eso resuena desde el primer plano de la película. Gran parte consta de acercamientos subjetivos desde el punto de vista del conductor o de los pasajeros. La cámara en mano tiembla y la mirada de Boliveira nos conduce entre las sombras. Solo cuando consigue a Karina (Bárbara Colen), él articula sus penas y su cuerpo se nos vuelve más asible a nivel visual. Desde ese momento, se nos muestra con algunos planos medios el contraste entre las paredes blancas en el apartamento donde vive y su cuerpo.

Como gran parte de la historia transcurre en el auto, tienta recordar a ciertos conductores del cine como el de Taxi Driver o El sabor de la cereza para los cuales el carro es un aliado taciturno y no solo una fascinación mecánica. Pero aquí hasta la violencia está adormilada a diferencia del clásico de Scorsese. Y los compañeros de viaje no son diurnos como los presentes en el de Kiarostami.

En ese sentido, el diseño sonoro de Edson Secco está enfocado en las noticias de la radio, los mencionados audios y la música compuesta por el propio Edson. Como si se tratara de certezas tan apesadumbradas como la oscuridad de la noche, los sonidos acentúan la soledad del personaje de quien poco a poco nos vamos enterando de cómo vive aislado su rol paterno. Uno de los últimos audios que él le hace a su hijo es clave en ese sentido.

La película halla finalmente una forma callada de complicidad con la entereza de Karina. Cuando le confiesa a Paulo que no sabe si quiere ser madre, el guion no solo considera las decisiones previas de estos personajes sino su postura frente al futuro. En medio de las sombras nocturnas, los ojos de Bárbara Colen son sinceros en su duda por el cansancio y su decepción como enfermera. Ahí la mirada ya no es la cercana ilusión de Paulo. Ahora es la certeza del otro en el espejo retrovisor. Y es también la que nos ha conducido en un entorno caleidoscópico por sus voces, sonidos y protestas cotidianas.