Mirala (que linda viene)

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

ESCENARIOS DE LA CALLE PORTEÑA

Mirala (que linda viene), de Javier Pernas, es un documental que se encuentra afincado en una estructura tradicional, pero al que el valor de la forma en que está construido, integrando a cada uno de los elementos que forman parte de la murga Los Cometas y la elección estética del blanco y negro, lo hacen un film potente. Y, lo más importante, desarrollado sobre un guion que demuestra que la intención no es quedar estancado como un retrato social sino también como una forma de combatir prejuicios e integrar a quienes (como quien escribe) desconocen el largo proceso de ensayos y sacrificio que conlleva. En todo caso, el aproximamiento a este mundo a través de sus voces y problemáticas nos acerca no sólo a uno de los estandartes más valiosos de nuestra cultura popular (la murga), sino también a una exhaustiva puesta en escena del proceso creativo.

Los Cometas es una murga de Boedo fundada en 1959 que se encuentra entre las más tradicionales y antiguas del país. Como tal, su relevancia lleva a que la preparación para los días del carnaval en las calles sea todo un acontecimiento social donde los egos colisionan por la naturaleza orgánica y coordinada de la murga. Pero además vemos cómo Los Cometas se encuentran en una crisis de identidad que los lleva a tratar de volver a sus raíces, proceso nada fácil que origina acaloradas discusiones, teniendo los directores la difícil tarea de sobrellevar el grupo. También aparece, no con la misma rigurosidad que las otras facetas del documental, la problemática de la autogestión y la dificultad de mantener un perfil independiente sin el apadrinamiento de una fuerza política, algo que se trata al pasar por los problemas de solvencia que atraviesan.

Pernas toma la acertada elección estética del blanco y negro por razones narrativas, ya que ilustra el ensayo antes del color de la actuación, reservado a los últimos minutos del carnaval donde hacen su interpretación Los Cometas. Por otro lado, si bien se privilegia el paneo para seguir los movimientos de los murgueros, lo cierto es que cuando logra permanecer con la cámara fija demuestra el enorme valor de la composición y el retrato fotográfico para transmitir información, algo a lo que el blanco y negro le da relieve. Por momentos es el apartado sonoro donde más parecen surgir problemas, en particular porque las voces se superponen y, aunque en algún momentos esto genera ambiente y complementa al relato, lo cierto es que en otros se tapan cuestiones relevantes (en particular, cuando los directores dan su instrucción).

Mirala (que linda viene) es un documental certero y dinámico que, más allá de sus irregularidades, trasciende al retrato social comprometiendo al interlocutor para conocer los vaivenes de la murga como fenómeno social.