Viejos pecados
Puede parecer duro decirlo en el primer párrafo, pero es probable que el argumento de Mis días con Gloria funcione mejor si alguien lo cuenta en una rueda de amigos que tal como lo presenta Juan José Jusid en su película.
Las ya perimidas razones que uno tenía para no ver cine argentino vuelven a florecer de la mano de este cineasta que no consigue un solo encuadre justificado en todo el largometraje.
Por suerte, hay un trabajo enorme de Luis Luque, quien encarna de manera creíble al enésimo rufián melancólico de las letras y el cine nacionales. En este caso, es un asesino a sueldo que quiere retirarse pero se lo impiden un policía mafioso (Nicolás Repetto) y su séquito de corruptos.
Para más cliché, el asesino está enamorado de una striper (Isabelita Sarli), y tras una serie de circunstancias inesperadas se convierte en chofer de una diva veterana y enferma, interpretada con dignidad por Isabel Sarli. La conexión entre esos dos personajes, no demasiado relevante para la trama, es por mucho lo mejor que ofrece Mis días con Gloria.
Sin un criterio estético definido en la fotografía (lo mismo puede decirse del montaje y la música), el mundo provinciano que presenta Jusid aparece opaco e insípido, aun en los paisajes diurnos y a cielo abierto de la provincia de San Luis. Imágenes que apenas podrían utilizarse en un spot publicitario de turismo.
Presentado como un homenaje a Armando Bo, este policial sin nervio y sin ingenio vuelve a cometer los pecados de los que el cine argentino ya se había redimido.