Los Últimos Días de la Víctima en Sunset Boulevard
No hay tanta ciencia detrás del cine. A veces, hay íconos, leyendas vivientes que merecen un último reconocimiento. Un fanático de dicho ícono se adhiere como productor de un proyecto e insiste en darle ese último contacto, el último suspiro, la última posibilidad de reencontrarse con el público.
Así fue como Billy Wilder, cuando empezó a trabajar en el guión de El Ocaso de una Vida, se acordó de Gloria Swanson, y así fue como Alberto Rodríguez Saa, gobernador de San Luis, se acordó de la Coca Sarli.
Porque muchos de nosotros la conocimos por las reposiciones y otra generación ni siquiera la oyó nombrar. ¿Quién fue Isabel Sarli? ¿Quién fue Armando Bo? ¿Por qué su cine es tomado como objeto de culto hoy en día, cuando en los años ’60 y ’70 era censurado, insultado, subvalorado?
¿Cómo es que una modelo convertida en fantasía sexual para miles de hombres, se convirtió en un ejemplo a seguir en la lucha contra la oligarquía, los militares, y el poder regente en Argentina, animándose a romper con los tabús, a mostrar el perfil más denigrante de la naturaleza humana?
Es probable que todas estas respuestas las tengamos que encontrar en el documental Carne Sobre Carne de Diego Curubeto.
Pero la Coca merecía algo más que un documental… hace mucho La Dama Regresa de Jorge Polaco, había pasado sin pena ni gloria por la cartelera porteña. La Coca necesitaba esa Gloria. Y literalmente, la fue a buscar.
Gloria Saten (Sarli) es una actriz venida a menos. En su mansión relucen afiches de películas que filmó con Armando Bo. Ahora, viaja a San Luis, a su pueblo natal para terminar con unos asuntos pendientes.
Por otro lado, tenemos a Roberto Sánchez (Luis Luque, lejos de ser Sandro), un asesino a sueldo deprimido, cansado de su profesión, de ver sangre. No muy diferente al personaje que componía Federico Luppi en Los Últimos Días de la Víctima (1984) de Aristarain (incluso ambas empiezan con escenas similares. En 1987, Hector Olivera hizo una versión barata para Roger Corman en inglés: el protagonista mataba a Nathan Pinzón), o al protagonista de The Matador (2005) con Pierce Brosnan.
Roberto trabaja para Orinal, un teniente corrupto (Repetto). En la última misión, que este le solicita, el asesino no logra llevarse una valija con 100 mil dólares y por lo tanto, sino consigue la plata en dos días, Orinal lo mata. Por desgracia o fortuna, Gloria se sube al remise, que Roberto usa como pantalla y lo contrata como chofer personal. De esta manera, Roberto tendrá una oportunidad para redimirse.
Este regreso, tras 8 años de ausencia, del veterano Juan José Jusid tras las cámaras nos trae una película que visual y narrativamente atrasa en el tiempo. Podríamos decir que parece un thriller nacional clase B de fines de los ’80 o mediados de los ’90. Un guión que sufre bastantes falencias, clisés, lugares comunes, violencia gratuita, escenas de acción irrelevantes, huecos narrativos y personajes toscos, poco inspirados e inclusive inverosímiles como el de Orinal, no ayudan a que la película supere la media. Sin embargo, parece que Jusid logró recuperar algo del pulso para narrar thrillers que lo había perdido con una serie de películas comerciales, comedias con Francella o románticas con Echarri, que lo habían llevado por caminos erróneos cinematográficamente. El director de Tute Cabrero (1968), había logrado algunos productos interesantes en los ‘70s y ’80s como Los Gauchos Judíos (1974), Asesinato en el Senado de la Nación (1984), Made in Argentina (1987) o la polémica Bajo Bandera (1997), pero después su carrera decayó artísticamente con Un Argentino en Nueva York (1998), Papá es un Ídolo (2000) y Apasionados (2002). Sin embargo a todas les fue bien comercialmente.
No vaticino lo mismo para Mis Días con Gloria. A pesar de que el relato no decae en ritmo y Luis Luque logra una gran composición, complejizando y humanizando, un personaje que seguramente no tenía tanta profundidad dramática, el film cae en diálogos casi risibles y el resto del elenco, con excepción de Carlos Portaluppi en una participación fugaz pero elemental para la trama, no ayuda demasiado, aunque tampoco desentona con la calidad con la que los personajes fueron escritos. Tanto Repetto como Isabelita Sarli fueron elegidos más por capricho e iconización que por otra cosa. Los rubros técnicos están un poco mejor, especialmente la banda sonora compuesta por Federico Jusid (hijo del director que compuso el tema de El Secreto de sus Ojos)
Pero, más allá de estos aspectos, se logra rescatar una intención clara: darle un último reconocimiento a la Coca Sarli. Porque, detrás del film noir, de este mediocre policial que sirve de enlace para conocer a Gloria, tenemos un film claramente emotivo y nostálgico. Una despedida de un personaje que acompañó la infancia y adolescencia de muchos de nosotros. Ver a Gloria rememorando, cuan Norma Desmond, su filmografía (escenas de películas verdaderas de la Coca dirigidas por su marido), preguntándole al personaje de Roberto “era bella ¿no?” realmente termina sensibilizando hasta al cinéfilo más duro.
Da la sensación que era ése el camino que realmente debía llevar la película. No divagar o distraerse con un policial negro, sino seguir una línea más clásica, más estadounidense: la relación de dos personas contrastantes en apariencia, pero que en el fondo se aman, se comprenden. Como sucedía con Jessica Tandy y Morgan Freeman en Conduciendo a Miss Daisy o Swanson – Holden en la película de Wilder.
La conclusión sería: elementos de un film de Raoul Walsh con personajes sacados de un western crepuscular de John Ford con la dirección de Alan Smithee, por así decirlo.
Bah! Por una vez, voy a dejar la crítica cinematográfica de lado y hacerle caso a mi nostalgia cinéfila. He visto cine argentino malo durante el año: películas pretenciosas, que ni valen la pena recordarlas. Mis Días con Gloria, es una película sincera, honesta e inclusive cálida. Con el correr de los días, la valoro más, aunque parezca mentira. Más allá de su irregularidad narrativa, se resalta un aire pesimista, un clima de finitud, una reflexión sobre la muerte, que el cine argentino parece haber perdido hace tiempo.
Para finalizar, este último regreso de Isabel Sarli a la pantalla, se puede sintetizar con la siguiente frase de Norma Desmond:
“Yo soy grande, son las películas las que se volvieron pequeñas”.