Tiempo libre
Hay pocas películas que abarcan tópicos relacionados con la tercera edad sin abocarse en el conflicto que implica atravesar esta etapa final de la vida. Desde los dramas con enfermedades limitantes del cuerpo o de la cabeza hasta las comedias negadoras que evocan esa vejez falsa, amparada más en un anhelo que en una realidad, por lo general los personajes que pertenecen a esa franja etaria -desde el punto de vista cinematográfico- nunca se cuestionan su realidad y mucho menos qué hacer de sus vidas cuando hay tiempo de sobra.
Mis días felices es un film que se instala sin tapujos en ese umbral hacia la vejez cuando la juventud quedó en el pasado pero persiste en el presente, por lo menos desde la actitud proactiva y no depresiva de su protagonista, Caroline, odontóloga en edad de retirarse y que por intermedio de sus hijas, quienes le regalan un vale para incorporarse a un centro de jubilados, comienza a experimentar a partir de la relación clandestina con un joven profesor treintañero las chances de ponerle algo de picante a su rutinaria vida matrimonial y así experimentar en carne propia la sensación de libertad y sus peligros cuando no se depende más que del deseo propio y genuino, a pesar de las miradas ajenas.
Sin embargo, sin caer en demagogia la directora Marion Vernoux desde el guion, en coautoría con la sensacional actriz Fanny Ardant, esboza los planteos y conflictos por las diferencias de edad sin escabullirse con pretextos dramáticos o facilistas, sino por el contrario que actúan como detonantes problematizadores para la protagonista en plena etapa de búsqueda y de fuga al mismo tiempo.
Es remarcable la labor de Fanny Ardant al componer desde su sensual Caroline un personaje plagado de matices y aristas que seduce desde el primer minuto porque resulta por momentos impredecible al dejarse llevar por el deseo, como ocurre en gran parte de la película al encontrarse con este joven profesor enamorado en la piel de Laurent Lafitte.