Reconocible retrato de una mujer otoñal.
Sobre el mar calmo, las nubes ocultan el sol. Casi siempre está nublado. Sobre la playa camina una mujer descalza. Se la ve todavía linda, cabello con claritos, descalza. A veces pensativa pero siempre de paso firme. A veces iluminada por una sonrisa de alegría. Quien se ríe solo, de sus picardías se acuerda, dice un viejo refrán. Ella tiene un amante. Un día, acariciándose los tobillos, se lo dice a una de sus hijas, que la mira con admiración cómplice. Solo el temor y la falta de tiempo le impiden hacer algo semejante. Linda escena. Habrá que ver qué dice el marido cuando se entere.
Se trata de conflictos reconocibles. La rutina del amor hogareño, el cambio necesario dentro de la pareja o en forma individual. La necesidad, también, de encarar otra etapa en la vida. Pocos meses antes, la mujer perdió una amiga muy querida y recibió la jubilación. Abandonar la profesión, entretenerse en cursos y talleres, volver un poco al espíritu lúdico de la niñez, sentirse más o menos a gusto entre otra gente, aceptar sin demasiadas ilusiones otra clase de relación, enfrentar el tiempo. Libremente basada en la novela de Fanny Chesnel "Une jeune fille aux cheveux blancs", una joven de cabellos blancos, la historia elude sobresaltos dramáticos y soluciones extremas. Puede que algún crítico joven desdeñe ciertas resoluciones. Será que no conoce a las jubiladas. Las espectadoras verán todo esto como algo posible, y se identificarán fácilmente con Fanny Ardant, la protagonista, que va entrando al otoño con aires de hidalguía.
Autora, Marion Vernoux, la de "Nadie me ama" (mujer abandonada se apoya emocionalmente en su hermana con problemas), "Nada que hacer" (una señora sin trabajo y un jefe de sección que acaba de perder su empleo alivian de obligaciones a sus respectivos cónyuges, siempre ocupados) y "Reinas por un día" (pequeñas ilusiones de amores y amoríos, a veces con alguna consecuencia más o menos llevadera). Todas, de visión aconsejable también para los maridos.