Diferencias culturales que borran identidades.
Mis Hijos (Dancing Arabs, 2014) es el último film de Eran Riklis, conocido principalmente por La Novia Siria (2004), El Árbol de Lima (2008), Una Misión en la Vida (2010) y Zaytoun (2012). Con una breve carrera cinematográfica que da cuenta de once largometrajes, Riklis es uno de los directores más respetados del cine israelí. En la mayoría de sus creaciones el conflicto de Medio Oriente está presente junto con las diferencias religiosas y culturales, como es el caso de Mis Hijos (basada en el libro del también guionista del film Sayed Kashua), la cual expone de forma desgarradora la complejidad de dicho enfrentamiento. Los puntos de vista de la pugna son tantos como sus años, al respecto dijo el director: “Es importante que a través de una historia, se deje de manifiesto la situación y se muestre a la audiencia las diferentes visiones. Cuando ruedo, no tomo partido, no tomo un bando sino que hablo de la gente y de sus diferentes realidades (…) por eso no me gusta hablar sobre lo que está bien o mal, sino sobre historias humanas que hagan reflexionar.” Tal vez Riklis sea para el cine aquello que Daniel Barenboim es para la música, la unión entre judíos y árabes, entre israelíes y palestinos, proponiendo la tolerancia y el respeto como camino hacia la paz. Todos sus filmes están atravesados por los conflictos de Israel y sus países limítrofes. En Mis Hijos se muestra el resentimiento de los israelíes hacia los árabes, pero en su otro film Zaytoun pasa lo contrario, Riklis muestra el odio de los palestinos hacia los israelíes. Sin embargo, en ambos largometrajes se expresa su deseo por la unión y el respeto mutuo. El director conoce bien los temas que trata, no sólo por haber nacido en Israel, sino también por haber servido en el ejército de dicho país durante la Guerra de Yom Kipur (1973).
Mis Hijos atraviesa la historia de Israel en diversos períodos pasando principalmente por la década de los 80 y 90, haciendo mención a años claves del conflicto, como por ejemplo la Guerra del Líbano. En cada uno de esos años el protagonista Eyad, nacido en Israel pero descendiente de palestinos, atravesará una gran metamorfosis. Eyad (interpretado estupendamente por Tawfeek Barhom) debe atravesar toda clase de adversidades que le recuerdan a cada instante sus diferencias culturales. El joven dejará el barrio árabe y se separará de su familia, ya que su padre -un fuerte activista- lo envía a Jerusalén para estudiar mediante la frase “…quiero que seas mejor que ellos en todo”. En consecuencia, al llegar a la gran ciudad, estas diferencias se acentuarán hasta el punto de hacer que se sienta un “extranjero”. Estas diferencias no sólo son religiosas o ancestrales, sino que se vuelven más profundas: desde el idioma y su vestimenta hasta su propia identidad. Pues para el director la identidad individual en un país como Israel no puede separarse de la identidad social y política.
Dicho drama, con cierto dejo de comicidad ácida, está situado en un país que para el protagonista estará dividido entre dos mundos, el árabe y el judío, dos religiones, dos culturas y dos idiomas, y él se sentirá obligado a tener que optar por uno. Por un lado, Riklis apoya el mensaje de paz de Israel a través de un discurso esperanzador sintetizado en aquella escuela llamada “Children for Peace” (Niños por la Paz), y por otro lado, critica el sistema educativo universitario. En la universidad, en Jerusalén, por esos años Eyad es el único árabe estudiando allí -lo cual difiere bastante de lo que sucedía y sucede actualmente- y se expone que la educación inclina los pensamientos ideológicos de los estudiantes acentuando las diferencias entre judíos y árabes. Tales serán esas diferencias que su novia mantendrá el vínculo oculto. Parece que el único suspiro que obtendrá el joven será producto de la amistad con Yonatan (Michael Moshonov) y su madre, los únicos israelíes que le hacen sentir parte de la familia. La imposibilidad de integrarse para Eyad hará que se resquebraje su identidad para sobrevivir, matando a una parte de sí mismo. Con un final conmovedor, Mis Hijos es un film que sin dudas nos dejará con el cuerpo inmóvil y perplejo pero con la mente meditando.