Aprendizaje en medio del horror
Entre los estrenos del jueves aparece el nuevo film del director israelí Eran Riklis, donde un niño palestino-israelí tiene la oportunidad de asistir a un prestigioso colegio pupilo en Jerusalén, donde sehace de un amigo nuevo y se pone de novio con una chica judía.
Una película más sobre el conflicto arábe-israelí, pero en este caso no narrado desde el horror bélico sino a partir del crecimiento interior de un personaje.
Es el caso de Eyad en Mis hijos, con un adolescente de 16 años, su relación con los padres, su rol de alumno ejemplar y la posibilidad de estudiar en un instituto en Jerusalén, ya de por sí, como único representante de la comunidad árabe.
Allí, la historia propone su hipótesis (política) y su formulación ideológica/familiar, donde el personaje central deberá decidir si sigue aferrándose a los conceptos de origen o comienza a observar al mundo desde otro lugar, adaptándose a aquello que le asigna la nueva región ajena a él.
Una historia de aprendizaje y crecimiento con un contexto de riesgo (político, social, económico) no resulta ser un tema original para el cine de estos días. Más aun si la odisea de Eyad está conformada por los clichés comunes en esta clase de historias (padres de ideas rígidas, una novia judía, un amigo discapacitado, una abuela protectora, el contexto que sospecha del personaje central).
El director Eran Riklis, de larga trayectoria en el marco de un cine israelí exportable (Mis hijos es una coproducción con Francia y Alemania), resulta ser un experto en fusionar lo público y lo privado, aunando un paisaje a punto de explotar con una historia personal relacionada a los afectos y orígenes de los personajes.
Mis hijos, por lo tanto, trabaja esa tendencia temática y formal. Corrección política que no se compromete a responsabilizar inocentes o culpables más un relato de iniciación con un personaje que vive el pasaje de la adolescencia a la adultez planteándose si le da la espalda a los orígenes o decide exponer su ideología en el lugar que le toca sobrevivir.
En ese trance ideológico y afectivo, Mis hijos hace eco en un montón de películas bien narradas donde el tema político actúa como mero acompañante de una historia de vida que presenta momentos tristes, alegres, fúnebres y divertidos. La clásica simulación de un ejemplo for export destinado a vender con sus decisiones (in)discutibles un producto determinado para el mercado global del cine.