El conflicto palestino/israelí ha sido una eterna fuente de inspiración para el realizador Eran Riklis, quien en sus películas anteriores, pudo reflejar la problemática apoyándose en imágenes potentes, tan fuertes que los diálogos se dejaban en un segundo plano.
Para esta oportunidad en "Mis Hijos" (Israel, 2014), título local de "Dancing Arabs", el realizador toca el tema desde la particular relación de dos amigos enfrentados, sólo en apariencia, por sus orígenes, y la lucha denodada de uno de ellos por superar la estigmatización y la discriminación que a diario sufre.
Basada en la biografía del protagonista Sayed Kashua (Tawfeek Barhom), un joven palestino, o mejor dicho "árabe israelí", y su relación con Yonatan (Michael Moshonov), un joven israelí con una enfermedad que avanza rápidamente, y que exigirá por parte de Sayed una atención especial a pedido de su madre, "Mis Hijos" busca concientizar sobre la problemática de la identidad a pesar de los desafíos coyunturales del lugar en que ambos han nacido.
Así, siguiendo el mandato familiar de ir a estudiar a Israel para poder así cumplir con una formación universitaria de prestigio, la película va narrando de manera acertada los cambios que Sayed comienza a atravesar desde el primer momento que pisa el campus de estudio.
En el lugar, además de relacionarse con Yonatan, siendo una especie de "tutor" o de "apoyo" en los momentos más duros del proceso, conocerá a una joven israelí con la que comenzará una relación clandestina para evitar ser condenados por la pasión que los une, ya que además es hija de un militar extremo.
Sayed deberá debatirse entre el deber ser y el continuo acecho de los controles, quienes en ningún momento lo dejan ser él realmente para así poder complementar su identificación y, de alguna manera, poder superar las diferencias que tanto le apuntan.
De hecho, el joven comenzará a mutarse en uno más de ellos, a vestirse como ellos, a consumir sus productos, su música, olvidando, en el fondo, todos los preceptos que su padre y madre, y, principalmente, su abuela, le han infundido sobre sus orígenes. Pero esto hasta cierto punto, la clave del filme para avanzar narrativamente.
El hábil guión de "Mis hijos" va dejando lugar al conflicto primigenio para profundizar en la psicología de Sayed y Yonatan, y como entre ambos se ayudarán a cada uno cumplir sus objetivos, siendo el cambio de identidad entre ambos la salida para que Sayed pueda terminar sus estudios, pero también para que Yonatan, ya postrado, pueda seguir adelante en la carrera universitaria, logrando su tan ansiado título.
La división del lugar, y el contraste entre ambos, requiere de un análisis aparte, como así también la utilización del archivo, principalmente para la etapa que narra la vida de Sayed junto a sus padres y hermanos de niño, que refuerzan algunas ideas políticas. Allí se potencia la idea de la TV como nexo con el mundo, y también como fuente de información para luego comprender la discriminación que sufrirá Sayed en Israel.
Hay vacíos y lagunas que Riklis supera con habilidad a partir de la incorporación de la historia de amor de Sayed y la joven israelí, un incipiente amor que nace casi tímidamente, pero que con el correr de los días comenzará a pesar en las decisiones de ambos terminando de consolidar este sincero relato de defensa de preceptos y respeto por la diversidad.