Basada en otra novela del autor de "La razón de estar contigo", "Mis huellas a casa", de Charles Martin Smith (director de la genial comedia de terror rockera ochentosa "Trick or Treat"), es un tierno drama con una perra protagonista que, a pura dulzura, surfea algunos inconvenientes.
¿Existe el género de “película de mascotas”? Tengamos en cuenta que, en un 90% se centran en perros, que todas comparten características muy similares, y suelen estar apuntadas a un público cuasi infantil (o ser aptas para su consumo). También es cierto que no son todas iguales, y hay algunas más cercanas a la comedia, y otras al drama… cuando no son un híbrido como el crimen a la sensibilidad traicionada "Marley & yo".
Mis huellas a casa es un drama, está pincelado con la ternura edulcorada obvia del caso. Pero no hay lugar a dudas. En 2017, "La razón de estar contigo" adquirió “fama” por dos cuestiones.
El argumento que suponía la muerte sucesiva de un perro que iba reencarnando en otros perros hasta regresar a su amo; y el maltrato que uno de los perros recibió durante la filmación. "Mis huellas a casa" se basa en una novela del mismo autor del libro en que se basaba aquella película. Probablemente quiera aprovechar el éxito de aquella (que se sobrepuso a la polémica).
Si bien en esta oportunidad no hay perros reencarnándose - ni hay reportes de maltrato durante la filmación – no se crean que estamos frente a una historia en la que el perro la va a pasar bien, casi todo lo contrario.
Todo comienza en Denver, Colorado, con una perrita (con la dulce voz de Bryce Dallas Howard) que nace debajo de una casa abandonada en una suerte de condominios, acompañada de su madre pitbull (ella es una cruza) y un grupo de gatos. Pronto comienzan la desgracias y las pérdidas para ella. Control animal se lleva a su madre, y pasará a alimentarse de su “madre gata”.
El lugar es visitado por Lucas (Jonah Hauer King) un joven universitario, que junto a su “amiga” proteccionista Olivia (Alexandra Shipp), llevan atún a los gatitos. Cuando se cruce con la perrita, no dudará en llevársela a su casa y llamarla Bella. Pero aquí el asunto.
Parece que en Denver los pitbulls están prohibidos, que utilizan la denominación pitbull como algo genérico para denominar razas peligrosas, y que sólo necesitan que tres agentes de control animal digan que el perro es un pitbull para que sea considerado como tal.
Esta situación, será utilizada por el dueño de esos condominios que tiene una pica con Lucas y su madre veterana de guerra (Ashley Judd), y junto con un guardia de control animal, harán lo imposible hasta llevarse a Bella. Bella deberá trasladarse unos días a casa de la madre de Olivia hasta que Lucas consiga una nueva casa fuera de Denver. Pero no, en el medio, Bella decide salir en busca de su amo y regresar a su hogar.
Lo cual llevará a una travesía más larda de lo esperado. En los grandes saltos temporales que hace "Mis huellas a casa", pareciera que la historia decide enfocarse en los momentos más tristes de la historia de vida de Bella. Todo el ritmo de la película funciona a tracción de lo que podríamos llamar golpes bajos. A Bella la apartan de su amo, se pierde, sigue sufriendo pérdidas.
Sin embargo, el tono general de la película, si bien es una suerte de gran golpe bajo, se le reconoce que nunca es demasiado grave, siempre escoge por lo suave; por lo cual, todas las desgracias y vicisitudes adversas podrán ser atravesadas sin que suenen tan a “te voy a hacer llorar como sea”. Claramente la idea de la película es dejar un mensaje de reponerse frente a los momentos duros, continuar y no quebrarse. Muchas veces Bella pudo abandonar su regreso a Lucas, pero es una perrita obstinada.
El relato en off en primera persona de Bella como si fuese un cuento, o los capítulos del libro de W. Bruce Cameron (que ya amenaza con ser el Nicholas Spark perruno, dentro de dos meses llega la secuela de "La razón de estar contigo"), funciona siempre, le otorga la inocencia necesaria. Los personajes humanos no adquieren gran peso, pero en su variopinta cantidad, están bien; no suenan forzados.
Ni siquiera hay un villano fuerte. Lucas y Olvia tienen una suerte de historia de amor, pero que nunca alcanza vuelo, no es el foco, aunque ambos actores tienen química. En el personaje de un vagabundo interpretado por Edward James Olmos encuentra sus momentos más genuinos. Hay algunas cosas que no funcionan.
Situaciones forzadas, inverosímiles, demasiadas casualidades, personajes que desaparecen, y algunos saltos demasiado grandes. Pero el clima tierno y apacible de la propuesta es lo que la hace convincente. Para los seguidores de este tipo de películas, lo que ofrece es justo lo que van a buscar.
No engaña ni decepciona. Mis huellas a casa, dirigida por el experimentado en el tema Charles Martin mith ("Buddy Superstar", "Winter" el delfín 1 y 2, y como actor, protagonista del clásico "Never Cry Wolf") parece estar hecha con un manual de “película de perro” bajo el brazo. Busca todos los recursos para ganarnos, hasta una banda sonora (con reversión de "I Want To Be With You Everywhere" de Fleetwood Mac incluida) ganchera.
Si aprueba y convence es porque el manual que utiliza es efectivo, y hace bien la tarea. Buena perra.