Detrás de un título local cuya sintaxis choca de frente con las más elementales reglas del castellano hay un relato familiar que busca mover algunas de nuestras fibras más sensibles, sobre todo entre quienes tienen mascotas. Como las experiencias fílmicas de este tipo son múltiples, aparece aquí una variante argumental con la que se procura marcar diferencias: Bella, hermoso ejemplar que un joven estudiante de medicina de Denver encuentra en una casa derruida, puede mitigar el estrés postraumático de la madre del protagonista, veterana de la guerra de Irak.
Una serie de equívocos derivados de la prohibición en Denver de la permanencia de ciertas razas caninas en los hogares provoca el extravío de Bella, que comienza una aventura por la geografía rural de Colorado y es forzada a viajar 800 kilómetros en busca del reencuentro con los suyos. Abundan las previsibles situaciones en las que Bella queda expuesta a situaciones casi insuperables de peligro y abandono, pero la inevitable tentación de caer en la manipulación emocional muchas veces se sortea gracias a una rara virtud: dejar a la vista la tensión entre leyes humanas y naturaleza animal.
En sus mejores momentos, esa idea de libre albedrío es el mejor antídoto contra los peores golpes de efecto. Con todo, el abuso de la voz en off de Bella puede funcionar como molesta contraindicación.