Película de aventuras perrunas para público infantil y almas sensibles, “Mis huellas a casa” entra en la lista de “Lassie vuelve a casa”, “El viaje increíble”, su remake “Volviendo a casa”, y “Las aventuras de Chatran”. Esta era gatuna pero no importa, porque “Mis huellas a casa” es inclusiva. La perrita protagonista está criada por una gata, caninos y felinos se llevan bien, y los únicos maleducados son unos lobos hambrientos que por ahí andan.
Otros maleducados, y con hambre de lucro, unos sujetos que para hacer negocios inmobiliarios quieren desalojar a los animalitos que viven en un baldío. Hay tipos malos, pero también gente buena, que reivindica la especie humana. A señalar, porque es un personaje inhabitual, la veterana de guerra, depresiva, descuidada por los suyos. Los perros saben querer y ayudar a esas personas. Simpática la perrita, pitbull café,
muy expresiva, muy bien adiestrada y fotografiada. Medio flojos, los bichos digitales que se insertan en la historia, y el libreto, con el recurso de hacer hablar tanto a la criatura. Lindos los paisajes, emotivo el final, y, por supuesto, ningún animal fue lastimado durante el rodaje (¿Será cierto lo de Chatran? Nunca lo supimos). La historia simplifica una novela de W. Bruce Cameron, el autor de “La razón de estar contigo”, que era más intensa y valiosa.
El director es Charles Martin Smith, especialista en films de animales, actor secundario de “American Graffiti”, en adelante, y lejano protagonista de una obra excepcional, “Los lobos no lloran”, de Carrol Ballard.