La dulce anciana y la bestia bondadosa
En la misma línea narrativa que El jardinero, el veterano y experimentado Jean Becker adapta la novela de Marie-Sabine Roger La tête en friche (cuya traducción aproximada sería La cabeza yerma) que en nuestro país llega bajo el titulo de Mis tardes con Margueritte.
El mundo de la literatura, o más precisamente del amor por la lectura, ocupa el centro de esta deliciosa relación de amistad entre una anciana de 77 años (Gisèle Casadesus) y un analfabeto funcional (Gerard Depardieu), quienes se encuentran en una plaza acompañados de las palomas. Margueritte (referencia obligada de la escritora francesa Margueritte Duras) descubre de inmediato en Germain la curiosidad y sensibilidad necesaria para proponerle que sea un escucha de sus lecturas y así de a poco el hombre se va nutriendo –aunque eso signifique mucho esfuerzo y frustración- de un mundo apto para el vuelo de la imaginación.
Sin embargo, el director no apela a ningún recurso onírico o puesta en escena volcada hacia la imaginación sino por el contrario su estricto naturalismo se respira en cada plano. La austeridad narrativa tanto en lo cinematográfico como en lo que hace al guión escrito por Jean Becker y Jean-Loup Dabadie, que hace gala de la importancia de los diálogos entre la pareja protagónica -donde ambos actores se lucen en sus respectivos roles y consiguen transmitir sin esfuerzo el rico vínculo que se genera a partir del descubrimiento del otro- predomina en esta obra. Ese otro que acompaña en el tránsito de la soledad y que ayuda a valorar las pequeñas cosas se desdobla en su espacio literario como aquel libro que nos hace sentir menos vulnerables y por otro en el terreno de lo social al volverse un semejante, pese a las diferencias de clase o de valores.
Sencilla y emotiva, sin golpes bajos, Mis tardes con Margueritte es un reconfortante encuentro con el buen cine francés.