Misántropo

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Misántropo es el primer largometraje de Damián Szifrón luego de Relatos salvajes (2014). Fueron demasiados años entre los dos films, aunque el realizador estuvo involucrado un buen tiempo en el proyecto no concretado de El hombre nuclear. Pero la espera se terminó y no sólo ya se estrena su nueva película, sino que además está anunciada la versión cinematográfica de su serie Los simuladores. Ironías del mundo del cine, Szifrón hizo una película de circulación limitada en Estados Unidos mientras hace éxitos récords de taquilla en Argentina. El título en inglés de la película es To Catch a Killer, un poco estándar y repetido, pero el que se eligió para usar en castellano es en exceso sofisticado antes de ver la película y algo obvio al verla. Es lo menos importante porque la buena noticia es que Damián Szifrón ha hecho un gran policial.

Misántropo tiene como personaje central a Eleanor Falco (Shailene Woodley) una oficial de policía de la ciudad de Baltimore. En la noche de año nuevo el terrible ataque de un francotirador deja un saldo de veintinueve muertos. Falco responde al llamado de ayuda de uno de los departamentos donde alguien ha sido asesinado por el desconocido criminal. Cuando se establece desde donde se realizaron los disparos ella acude contra su propia seguridad a la escena. El agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) queda a cargo de la investigación y descubre en ella el talento y la locura para poder ayudarlo en el caso, por lo que la suma a su equipo. Juntos emprenderán una carrera contrarreloj para atrapar al hombre que tiene en vilo a toda la ciudad y a las autoridades.

Szifrón, también guionista y productor, juega desde el título con la personalidad de la protagonista, no sólo la del asesino. Ella carga traumas del pasado y vive bajo el tormento que le ha impedido avanzar en su carrera. Toda la historia trata del poder integrarse a la sociedad o vivir en guerra con ella. O vivir en guerra pero integrado, si acaso esta última opción fuera posible. Para lograr eso el cineasta despliega todo su arsenal para mostrar el caos con el que conviven las personas a diario, la violencia, la locura y la sociedad al borde de estallar. Pero no sólo eso conforma el mundo, también está la pareja, la camaradería, el heroísmo y la valentía. Szifrón se pregunta acerca del evento o la situación que puede llevar a una persona a caer de un lado o del otro de la locura.

Sus dardos apuntan a la sociedad americana pero es extensivo a cualquier lugar y época. No importan los argumentos de un criminal, este no puede ser aceptado. Falco tiene pensamientos y motivos para despreciar el mundo, pero su moral heroica le indica cuál es el camino correcto en un mundo torcido. La felicitación final de su jefe es la felicitación hawksiana por excelencia: buen trabajo. No se necesita más. Falco elige hacer su tarea dentro del sistema, no fuera de él.

Estar o no en el sistema abre también las puertas de las dudas del propio director. En un momento alguien dice que en Estados Unidos: “Toman lo mejor de un país y lo devuelven empeorado para ganar plata”. Podría aplicarse a muchos directores de cine que brillaron en su tierra y que en Hollywood fueron explotados y arruinados. Szifrón pasó mucho tiempo con un proyecto que no prosperó y recién ahora llega con una película que tiene menos posibilidad de trascender que sus películas argentinas. Tal vez no hable de sí mismo, claro, sino de otras cosas, pero en todo caso es un apunte interesante a tener en cuenta. También, obviamente, muchos cineastas mejoraron su carrera así.

Misántropo tiene la perfección narrativa y ritmo propios de Szifrón, sin excesos pero con ideas visuales. Varios momentos bien construidos y también una cinefilia bien expuesta. Desde algún diálogo brillante sobre su película favorita, Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg hasta un momento donde se evoca de manera impactante el final de Frankenstein (1931) de James Whale. Consigue inquietar pero también, como los héroes clásicos, busca el orden, no el caos. Se rebela contra el sistema pero no pretende dinamitar a la sociedad. Falco, en ese aspecto, es como Los simuladores y no con el criminal que persigue. No quiere destruir a la sociedad, quiere hacerla más justa. En esas tensiones se mueve no sólo Misántropo, sino también gran parte de la obra de Damián Szifrón. Un cineasta al que prestigio se le cruzó en Relatos salvajes, pero que merece ser puesto en la noble línea de los autores de género, los que buscan, por encima de todo, contar una buena historia para expresar sus ideas del mundo.