Mejor, imposible
Tenía una inmensa curiosidad por ver si el director de joyas animadas como El gigante de hierro, Los Increíbles y Ratatouille podía trasladar su imaginería visual, su sentido del humor y su capacidad para el cine físico de una producción de la genial factoría de Pixar a una película con actores de carne y hueso. Lo primero que hay que decir en este sentido es que se trata de una misión cumplida.
Algunos podrán sostener (no sin bastante razón) que la trama de M:I4 es derivativa ya no sólo de las tres entregas anteriores sino de los esquemas impuestos por otras sagas como la de Bond y la de Bourne. Pero créanme que la historia (una "típica" confabulación a nivel global que amenaza la paz mundial y pone al planeta al borde de un incidente nuclear) es aquí lo de menos. Veremos al agente Ethan Hunt y sus fieles colaboradores (Jeremy Renner, Paula Patton y Simon Pegg) viajando de un lado al otro (Budapest, Moscú, Dubai, Bombai, etc.) para impedir que el malvado de turno (Michael Nyqvist, sí el mismo de la saga sueca Millennium) logre arrasar los Estados Unidos con una explosión atómica.
Lo que verdaderamente importa aquí son las set-pieces, las escenas de acción que Bird y su equipo construyen con una creatividad, una comicidad y una precisión envidiables. La belleza coreográfica, la ligereza de su construcción y el sentido (el peso) del movimiento generan en el espectador una suerte de placer eufórico, una adrenalina corporal conseguida con los mejores recursos del cine hi-tech contemporáneo.
Desde una pelea y fuga de una prisión con un tema de Dean Martin de fondo hasta el Kremlin volando por los aires, pasando por una increíble secuencia en el piso 130 de un edificio vidriado con una tormenta de arena que se avecina o un deleite de saltos y caídas en un estacionamiento de autos (digna de un gran film hongkonés o coreano) para quedarse con un maletín, M:I4 nos regala notables momentos de cine linkeados por diálogos y explicaciones que son apenas una "exusa" para llegar a la siguiente escena de acción. Cuando esa set-piece finalmente llega, comienza el éxtasis, se desata ese desenfreno, ese desafío a las reglas de la física que sólo el mejor cine de Hollywood es capaz de regalarnos. Gracias.