La vuelta de Ethan Hunt
Pasaron sólo 15 años, pero a esta altura, la Misión imposible de Brian De Palma, la primera de la saga, puede verse como una película zen, despojada, austera, bordeando la estética minimalista. La apuesta se duplicó con la segunda, realizada por el asiático John Woo y luego vino el siguiente opus, concebido por J. J. Abrams en medio de Lost, su aclamada creación.
Ahora le toca a Brad Bird (Ratatouille, Los Increíbles) con Abrams como productor, 200 millones de dólares de inversión y locaciones en Moscú, Dubai, Praga y Vancouver, entre otros lugares. Obvio, Tom Cruise vuelve a encarnar a Ethan Hunt y nuevamente es uno de los productores. Pero estos son sólo datos, informaciones, meras especulaciones que rodean a una película como Misión: Imposible – Protocolo fantasma, o en todo caso, apuntes ocasionales, números y estadísticas que conforman la cuarta parte de la saga. Y acá surgen los interrogantes del crítico.
Por un lado, podría recurrirse al manual de los lugares comunes y decir que la película entretiene de acuerdo al criterio de cada uno, que las macrosecuencias funcionan, que la historia o argumento o algo parecido no interesa tanto, que en un momento se vuela en pedazos un sector del Kremlin, que en otro viene una tormenta del desierto que se lleva todo puesto, que acrobacias y momentos de acción se suceden cada cinco minutos, que el mundo está a punto de estallar y que sólo el inquieto Ethan podrá impedirlo jugándose la vida colgado desde el piso 130 de un edificio-torre en Dubai. También se podría referir a cuestiones que no tienen relación con la película en sí misma; por ejemplo, que el cine necesita de estos productos, que esto es Hollywood en el sentido más global e invasivo del término o que, sin necesidad de recurrir a un adivino, se está frente a un tanque que superará con holgura el millón de espectadores en poco tiempo.
Pero, justamente, también podría aducirse que de cine hay poco y nada, dependiendo, otra vez, del criterio de cada uno, que no hay un ápice de emoción en las dos horas (no confundir con la sobredosis de adrenalina que producen estos films), que los personajes son esquemáticos, los malos son muy malos y las escenas de acción abundan desde el comienzo hasta el final. Ok, otra vez con las escenas de acción. Ocurre que eso es la película: una acumulación de momentos que, supuestamente, entretienen y mantienen en vilo al espectador, provocan el disfrute inmediato, potencian la ya antedicha adrenalina. Y si todo el paquete viene con el sistema IMAX, mejor todavía.
Ahora bien, termina la película, Ethan y su gente detuvieron el misil (otro más) y el mundo sigue su curso. Ya está, el entretenimiento efímero ganó por lejos, seguro que vendrá la quinta parte de la saga dentro de algunos años y retornarán las coreográficas escenas de acción. Eso es Misión: Imposible… perdón, ¿cómo era el título completo?