Mi nombre es Hunt, Ethan Hunt.
El cine de acción es, al cine, lo que el juego es a la vida. Es abrir la mente y permitir decenas de licencias irreales por minuto con el fin de divertirnos. Misión imposible: Protocolo fantasma es exactamente eso: diversión. Y no cualquier diversión, sino diversión explosiva. Diversión que hace que más de dos horas de película se pasen en un abrir y cerrar de ojos. Esto, claro, habla bien de la destreza de Brad Bird como director y, sobre todo, pone en un púlpito al increible elenco de la película: Tom Cruise es Tom Cruise, amado u odiado, el tipo sabe cómo hacer su papel. Con él están Jeremy Renner, Simon Pegg y Paula Patton, tres co-protagonistas que por momentos toman la posta del líder y que saben destacarse cuando la oportunidad les es dada. El humor, la sensualidad y la acción (y un poquitito del drama) caen en las manos de este reparto que acompaña y sostiene al protagonista.
Pero para hablar de una película de acción necesitamos destacar al malo, y el malo en este caso es un actor que todavía no logró un gran reconocimiento en esta parte del mundo. Se trata del sueco Michael Nykvist, protagonista de la versión de su país de La chica del dragón tatuado, papel que interpreta Daniel Craig en la versión de David Fincher. Él se pone en la piel de Kurt Hendricks, un científico loco que piensa que la paz mundial solo puede lograrse luego de crear un holocausto nuclear. Pero no nos adelantemos, volvamos un poco y retomemos, desde el principio, el argumento central de Protocolo fantasma.
La historia comienza con Ethan Hunt (Cruise) encerrado en una prisión serbia por motivos que no están del todo claros. Allí, sus compañeros Benji (Pegg) y Jane (Patton) comienzan una misión de rescate debido a que el IMF lo necesita para recuperar los códigos de activación de una bomba nuclear que le fueron robados al agente Hanaway (Josh Holloway). Para eso deberán viajar hasta Rusia, en donde son víctimas de una trampa (el mismísimo Kremlin vuela en mil pedazos delante de nuestros ojos) en la cual el IMF queda pegado. Por eso, la organización queda desactivada y ahora, si quieren hacer justicia, deberán hacerla a escondidas, con los recursos limitados y, en caso de ser atrapados, el gobierno de los Estados Unidos los condenará como terroristas. Y, para colmo, con las fuerzas rusas pisándoles los talones. De todas formas, para recuperar estos valiosísimos papeles también contarán con la ayuda de William Brandt (Renner), un tipo que no es quién dice ser, pero que se convertirá en una pieza fundamental de la misión.
Así, entre balazos, autos que explotan, acrobacias indescriptibles, chistes y muchísimo vértigo, corre la película que los fanáticos de la acción pondrán en un pedestal, y que cualquier amante del cine sabrá valorar como una de esas obras hechas para ver y arengar al héroe entre gritos y pochoclos que vuelan. Hay que reconocerle a Bird una cosa: todo indica que él no quiso hacer una película de Misión imposible, sino tener su propia versión de James Bond en su curriculum. Es que, vamos: crísis nuclear, gadgets, enemigo ruso, galán como protagonista… ¿qué más quieren, que el malo acaricie un gato?
Recién empieza el año, y es un placer arrancar con estrenos de esta talla que nos dejan un buen sabor de boca para arrancar un 2012 con el pie derecho, al menos, cinéfilamente hablando.