Habrá defensores y detractores en torno a su figura, pero es innegable que el ingreso de J.J. Abrams a la franquicia Mission: Impossible ha supuesto una revitalización de la misma. Años han pasado desde el estreno de la segunda parte, a cargo de John Woo, secuela inferior a la original en la que no se caía una idea. Pero luego de la tercera, memorable película de acción con un enorme Philip Seymour Hoffman, digamos que solo queda apuntar hacia la excelencia. Y ese es el nivel de calidad de Mission: Impossible – Ghost Protocol, un film realmente emocionante, de aquellos pocos en los que no se puede hablar de "dosis de acción" sino de escasos, y obligados, pinchazos de tranquilidad en lo que de otra forma serían dos horas de acción en su mayor grado de pureza.
Brad Bird dirige su primer proyecto no animado y pasa la prueba con honores con un trabajo completo en el que, como piezas de relojería, nada falla. De igual forma es el sólido guión de los debutantes Josh Appelbaum y André Nemec, viejos conocidos de Abrams por sus trabajos en Alias, pero sin experiencia previa en la gran pantalla. Quien no deja de sorprender es, por otro lado, Tom Cruise, quien a punto de cumplir 50 años se encuentra en excelente forma. Y es ese óptimo estado el que le permite imponerse sin esfuerzo sobre Jeremy Renner, quien tiene, no obstante, muchas secuencias para brillar, más de las que podía enorgullecerse Jonathan Rhys Meyers allá por el 2006.
En la serie de largos aciertos que esta presenta cabe resaltar a Simon Pegg, quien aporta esos necesarios y efectivos toques de humor que han caracterizado a la franquicia, y que pedía más pista en la producción anterior. Por otro lado las decisiones en torno a la secreta figura de Michael Nyqvist, quien parece perfilarse como comodín de villano europeo, no parecen las mejores. Una saga que ha contado con enemigos carismáticos presenta al sueco como un hombre sin voz, con un coeficiente intelectual de 190 que no alcanza para convertirlo en némesis, sino en un sujeto con un plan.
Generalmente se puede destacar una sola escena y ejemplificar con ello lo que mejor se ha hecho en la película, es decir enfatizar un punto. Elegir la mejor secuencia de esta es la verdadera misión imposible, la cárcel en Rusia, la persecución por las calles de Dubai, todo lo que ocurre dentro del Burj Khalifa, son momentos de tan alto voltaje que quedarse con uno sabría a poco. Esta entrega sin duda ofrece una buena pelea por ubicarse entre lo mejor de las cuatro, un film en el que su realizador tensa las cuerdas desde el comienzo y las hace vibrar a gusto, sosteniendo con pulso de hierro una historia que no da respiro.