Tom Cruise vuelve a brillar como el intrépido agente Ethan Hunt
Hubo un tiempo en que Tom Cruise era la estrella de cine por excelencia. Un actor que parecía nacido para electrizar la pantalla grande con un carisma a prueba de todo. Pero ese tiempo ya no es éste. Y el intérprete que con su sola presencia elevaba la película en la que participara quedó eclipsado por años de alta exposición mediática sobre su persona. Sin embargo, esta cuarta entrega de la saga Misión: imposible muestra a un Cruise intenso, decidido a demostrar sus habilidades como héroe de acción a pocos meses de cumplir los cincuenta años y dispuesto a todo para entretenernos. Y lo consigue. La película comienza en una cárcel de Budapest y de allí se transforma en una carrera sin descanso por Moscú, Dubai y la India repleta de maravillas visuales y una liviandad que el género no suele equilibrar demasiado bien. Gracias a la atención por el detalle de Brad Bird, director formado en el cine animado responsable de Ratatouille y Los increíbles, de Pixar, la puesta de cada una de las secuencias de acción combina la dosis justa de tecnología, humor y efectos especiales que remiten más a la magia del primer cine que a una industria dominada por las imágenes digitales. Entre un argumento algo absurdo que involucra a misiles nucleares, un científico sueco fuera de sí y una asesina francesa salida de un aviso publicitario de perfume, aparecen escenas como la persecución que mete a Ethan Hunt (Cruise) en medio de una tormenta de arena o esa en la que una cascada de autos se interpone entre el héroe y un portafolio que tiene que conseguir para salvar al mundo. Para encarar semejante misión el entrenadísimo Cruise está acompañado por Simon Pegg (Paul),que regresa para interpretar al agente Benji, que justo ahora que la agencia se disolvió pasó el examen y puede trabajar en el terreno, la bella agente Carter (Paula Patton) y William Brandt, un analista aparentemente más acostumbrado a manejar un teclado que un arma. Claro que en el universo de Misión: imposible nada es exactamente lo que parece y para interpretar esa ambigüedad aparece Jeremy Renner, un gran actor ( Vivir al límite ) que acá se adapta con naturalidad a las exigencias del género de acción aportándoles a su personaje y a sus escenas una naturalidad y fluidez que al guión por momentos le faltan. Cada vez que la trama detiene su marcha para explicar algún detalle de la historia algo se pierde y todo se vuelve un poco menos entretenido. Sin embargo, apenas llega otra secuencia de esas que pueden tener al protagonista colgando del edificio más alto del mundo o saltando sobre un camión en movimiento, la acción comienza de nuevo, y la diversión, también.