Intensa, creativa y disfrutable
Mientras otras sagas se repiten y decaen (Terminator, Transformers y siguen las firmas), la de Misión: imposible, que ya está a punto de cumplir dos décadas de existencia, mantiene todo su esplendor. Mérito en especial de su protagonista y productor, Tom Cruise, que ha sabido elegir muy bien a los sucesivos directores: Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams, Brad Bird y ahora Christopher McQuarrie, también guionista de esta notable quinta entrega.
Tras filmar Jack Reacher y escribir Al filo del mañana, McQuarrie vuelve a trabajar para Cruise en una película consagratoria. Se sabe que tanto esta franquicia como la de Jason Bourne le deben bastante a la de James Bond, pero esta suerte de montaña rusa cinematográfica que se desarrolla en medio planeta (de Minsk a París, pasando por Casablanca, Londres, Viena, Washington DC y La Habana) alcanza una intensidad, una precisión, una creatividad y un sentido del humor poco frecuentes en el cine a gran escala contemporáneo.
El guión de McQuarrie trabaja sobre dos líneas argumentales que funcionan a la perfección: un enfrentamiento interno entre la CIA que maneja Alan Hunley (Alec Baldwin) y la FMI que lidera William Brandt (Jeremy Renner), y la lucha que emprende desde las penumbras Ethan Hunt (un impecable Cruise, a sus 53 años) contra una poderosa organización secreta, multinacional y ligada al terrorismo denominada el Sindicato, que encabeza el villano Solomon Lane (Sean Harris).
Hunt -perseguido hasta por el gobierno estadounidense- contará, claro, con la ayuda de sus habituales y leales compañeros (Renner, Simon Pegg, Ving Rhames) y, de a ratos, de Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), una doble agente británica que aprovecha muy bien cada uno de sus minutos en pantalla.
Más allá de los vericuetos de la trama, esta quinta entrega de Misión: imposible regala también varias secuencias de acción de primera línea: El arranque en un avión en vuelo; un intento de asesinato en plena representación de Turandot, en la Ópera de Viena, que remite a El hombre que sabía demasiado (Alfred Hitchcock es, claramente, la mayor influencia de la película); una incursión subacuática; una persecución de motos.
Hay más, mucho más en los 131 minutos de Misión: imposible -Nación secreta, un festival (un festín) para los amantes del mejor cine de género. Puro disfrute.