“Misión Imposible” recupera la contundencia del original
La quinta entrega de la saga de remakes para cine de la serie "Misión Imposible" empieza de modo contundente con un buen prólogo aéreo con una escena de riesgo a cargo del propio Tom Cruise (o al menos eso asegura la publicidad). Y sigue muy bien en la escena que plantea la trama: un grupo maligno llamado el Sindicato ha sacado del juego a la Fuerza Misión Imposible, que además la CIA quiere desarticular, y Tom Cruise cae preso de los malos, que quieren arrancarle todos sus secretos en una sesión de torturas.
Luego, promediando la proyección, hay un par de largas secuencias consecutivas que transcurren en Casablanca, Marruecos, que están entre lo mejor de las cinco películas. Una es una misión submarina que casi pone fuera de combate el protagonista, que al borde de la muerte y sin haberse sacado del todo el agua de los pulmones toma el volante de un auto en una persecución formidable, que luego incluso sigue en moto por sinuosas autopistas marroquíes.
Otro punto fuerte de "Nación Secreta" es que el guionista y director Christopher McQuarrie retoma el enemigo original que tenían los agentes secretos de la vieja e inolvidable serie de TV creada por Bruce Geller hace medio siglo, ya que justamente el Sindicato era a los agentes de Misión Imposible lo que Spectre a James Bond, o Kaos al Agente 86 (en las remakes para cine, el Sindicato recién se insinuó por primera vez al final de la película anterior).
El regreso de este Sindicato está bien construido desde el guión, y podría devolverle por completo la identidad al cuerpo de espías liderado por Tom Cruise en las inevitables próximas secuelas. Justamente, el principal problema del primer film dirigido por Brian De Palma en 1996 era tomar el concepto de un equipo de agentes ultrasecretos perfectamente organizado, para desarticularlo totalmente y dejar a sus agentes a su suerte, lo que equivalía a armar un thriller que podría haber tomado cualquier otro nombre sin necesidad de apelar a un programa clásico de TV. Con cada sucesiva película, el concepto original fue acercándose a lo que debería y, en este film, pese a estar supuestamente desactivado por el Sindicato y la CIA, el equipo que completan el siempre talentoso Simon Pegg, Jeremy Renner y Ving Rhames está en plena forma.
Como jefe de la CIA, Alec Baldwin hace un buen aporte, ya que es un actor experto en componer chantas, mientras que Rebecca Ferguson podría haber sido mucho mejor como la doble agente que siempre aparece en el camino del héroe, lástima que el guión le quitó buena parte de su potencial al dejar fuera casi toda opción de romance o erotismo.
La gran falla son los villanos, empezando por el jefe del Sindicato interpretado por un muy poco carismático Sean Harris. Y entre los malos secundarios sólo se luce realmente un flautista asesino, que tiene un instrumento musical convertido en fusil de alta precisión para un asesinato en la Opera de Viena, La escena es una copia mediana pero larga y sobreproducida del desenlace de Alfred Hichcock en sus dos "El hombre que sabía demasiado". Antes de que los personajes lleguen a Marruecos para que el film explote en superacción, la primera mitad se vuelve lenta y redundante. Con veinte minutos menos cortados por un buen compaginador, el vértigo hubiera sido constante y no sólo esporádico.
Tampoco hay un buen desenlace, sencillo al punto de que recuerda a los mucho más modestos episodios de la clásica serie.
Un buen nuevo aporte es el del músico Joe Kraemer que realmente se luce arreglando todo tipo de variaciones sinfónicas de los gloriosos temas originales de Lalo Schifrin.