Tom pone quinta
A casi veinte años de que Brian De Palma transformara una vieja serie televisiva en un explosivo blockbuster, mezcla de espionaje y revolución tecnológica, Misión Imposible sigue, si bien sin innovaciones, sin dar señales de agotamiento. Muy por el contrario: como demostraron los avances de Tom Cruise, alias Ethan Hunt, colgado del ala de un avión en pleno vuelo, haciendo lo que corresponde a un doble de riesgo, el quinto episodio muestra a esa cruza híper tech y acción alimentada por anabólicos. Lo bueno es que el director Christopher McQuarrie sabe cuándo levantar el pie del acelerador. El primer éxito de McQuarrie fue como guionista de Los sospechosos de siempre; su carrera como director es menos asertiva, pero en 2012 dio en el blanco con Jack Reacher, film de acción protagonizado por Tom Cruise. Ahora, la fórmula se repite con buen tino.
En Nación secreta (también con guion de McQuarrie), la Impossible Missions Force es desmantelada por un autoritario agente de la CIA (Alec Baldwin), pero Hunt descubre a una organización delictiva británica llamada El Sindicato y consigue el apoyo de William Brandt (Jeremy Renner), ex jefe del grupo, para combatirlos. En el camino aparecen nuevos aliados, la letal agente Ilsa (la sueca Rebecca Ferguson) y el experto en computadoras Benji Dunn (el comediante Simon Pegg), que aportan frescura al entorno habitual. Secuencias subacuáticas, una persecución en moto en Casablanca y una pelea en las bambalinas de la ópera de Viena, con armas disfrazadas como instrumentos, son algunos momentos destacados de una secuela trepidante y argumentalmente hilvanada, sin brechas.