Luego de 4 películas en la franquicia, Tom Cruise y compañía vuelven por más en Misión Imposible: Nación Secreta. Esta nueva entrega fue escrita y dirigida por Christopher McQuarrie, responsable de Jack Reacher en el 2012, y que vuelve a tener al mencionado Cruise como líder del grupo integrado por Simon Pegg, Jeremy Renner y Ving Rhames.
En un año poblado de largometrajes sobre espionaje (Kingsman: El Servicio Secreto, El Agente de CIPOL, Spectre, Puente de Espías) Misión Imposible se destaca con sus alocadas acrobacias sin trucos generados por computadora.
El nuevo trabajo es una continuación directa de Protocolo Fantasma, y está un poco más cerca tonalmente de la primera Misión Imposible de Brian De Palma. Es escencia se trata de un film de acción/suspenso que tiene algunas características propias del cine de espías o cine negro en donde destacan sus influencias hitchcockianas.
Cada Misión Imposible es diferente ya que cuentan con la impronta de su respectivo director. En este caso el film lleva el sello de McQuarrie desde lo narrativo, ejemplificado con las vueltas de tuerca del guión y con el misterioso personaje interpretado por Rebecca Ferguson, lo mejor de la película. Christopher Mcquarrie también escribió la anterior película, en donde el villano apenas aparecía en el metraje final y su presencia era tan insulsa que terminó siendo olvidable. Esta vez no es el caso. El personaje interpretado por Sean Harris resulta ser un villano más distintivo, con cierta megalomania propia de los antagonistas de Bond. En esta oportunidad la cuota de humor es menor que en el previo film, pero no deja de ser un producto ligero y disfrutable.
Misión Imposible: Nación Secreta logra igualar, y por momentos superar, a su antecesora Protocolo Fantasma. El quinto largometraje de la franquicia vuelve un poco a los orígenes y a su vez mantiene los elementos más logrados en dicha saga a lo largo de los años.