Es cierto que al final se hace un poco larga y que con un par de secuencias menos ganaría mucho. Igual lo que le sobra es bello, disfrutable y agradable, y justificado por la trama; así que se la pasa bien. Pero lo más importante de esta quinta Misión: Imposible es que hay personajes que nos importan y un director inteligente detrás de la cámara (el señor Christopher McQuarrie). Algo interesante es que, finalmente, hay un equipo de MI, y no solo un protagonista al que se lo rodea aleatoriamente, como si en ese sentido las anteriores películas hubieran sido selección de cast. En cuanto a la historia, hay un grupo de malvadísimos ex espías que buscan acabar con “el sistema” y nadie le cree a Ethan Hunt (salvo sus amigos, claro) que esa banda existe. Y ahí van, contra las reglas, a pelearse con los malos. Pero el verdadero tema de la película es el duelo entre el azar y la necesidad, entre lo planeado y lo aleatorio. Y cómo que salgan bien las cosas termina siendo frut de una decisión moral. Más allá de esto (las alusiones a la suerte son enormes), basta con la secuencia en el teatro, que homenajea, parodia y aumenta la de Hitchcock en El hombre que sabía demasiado para justificar el precio de la entrada. Solo esa danza de dos, tres, cuatro, cinco personajes mientras se representa en el escenario Turandot vale por el noventa por ciento del cine estrenado este año. Y no exageramos.