Cuando anunciamos la quinta parte de una franquicia, lo primero que se nos viene a la cabeza es: más de lo mismo. El dinero mueve a la industria y mientras un filme consiga (al menos) triplicar lo invertido, los productores seguirán haciendo quintas y sextas partes de historias que sólo repiten la misma fórmula. Pero MI ha logrado lo imposible. Desde la tercera parte, bajo el mando de JJ Abrams, daban señales que no todo estaba perdido. Protocolo Fantasma, bajo el mando de Brad Bird demostró que el cine de acción podía sorprender y formar buenas historias, y ahora, la quinta entrega, dirigida por Christopher McQuarrie, lo hace una vez más.
Ethan Hunt (Cruise) recibe la peligrosa misión de descubrir, exponer y eliminar al sindicato, una agencia anti FMI que según los archivos oficiales, no existe. Ante la disolución de la FMI (Fuerza Misión Imposible), Hunt deberá trabajar sólo y cumplir su misión antes de que le cueste la vida a él y a sus amigos.
Con escenas excelentees y llenas de adrenalina, cuya punta del iceberg es la famosa escena del avión, desde el inicio el filme corre lleno de adrenalina y maneja inteligentemente los altibajos, sin dar lugar al aburrimiento. Los giros de tuerca son interesantes y mantienen al espectador al filo de su butaca. Si bien a veces pareciera un poco exagerada la omnipresencia y omnipotencia de Hunt, Cruise puede con el protagonismo, pues al fin y al cabo la historia es de él, y deja a los secundarios como un excelente soporte, luciendo junto con él en todo momento.
Después de la quinta entrega, es sorprendente que cada misión imposible se siga reinventando a sí misma. Que no canse, que no aburra, y que logre ser mejor que otros filmes de acción. Que no exponga todos sus secretos en un mundo en que no hay lugares oscuros para el internet. Que no abuse de los efectos especiales en un mundo donde todo se hace con dobles y por computadora, y sobre todo, que haga al espectador pedir por una parte más,