Si hubiera que buscar un análogo a Ethan Hunt en el mundo del cine, ese sería Christopher McQuarrie. Se trata del hombre adecuado en el momento adecuado para una franquicia que no hace más que crecer en audacia y ambiciones, siempre apostando al más desvergonzado goce del cine en su variante más artificiosa y espectacular. Todo esto a la vez que, con cada nueva entrega, Tom Cruise redobla la apuesta con sus stunts, hazañas físicas que persiguen un impacto y vértigo lo más cercanos posibles a la realidad. Esta es la búsqueda más noble de la franquicia de Misión: Imposible, que en Repercusión alcanza nuevos picos de emoción y ferocidad.
Con la entrega anterior, Nación secreta (2015), McQuarrie había situado las aventuras de Ethan Hunt y su equipo en un nivel muy alto. Desafiando su propio éxito, decidió tomar las riendas de la continuación: es el único de una muy ilustre seguidilla de directores que han optado por hacerlo. Su misión, si decidía aceptarla, era pararse sobre los hombros Nación secreta y llevar todo más lejos. Lo hace, y para lograrlo apuesta por una película (ligeramente) diferente. Repercusión plantea desde la estética y desde algunos elementos temáticos una mirada más ominosa sobre su héroe: opta por una luz más fría y colores más oscuros, con un vestuario y vehículos en los que predomina el negro, y se cuestiona la imposibilidad de Hunt de vivir una vida normal por su devoción a un servicio que lo mantiene en secreto y no puede responder por sus acciones. Pero esa propuesta no prospera realmente. Las lealtades y el buen corazón del protagonista nunca están verdaderamente puestos en conflicto: nada hace mella en su incombustible necesidad de salvar al mundo. Repercusión esboza algunas preguntas, pero no tiene el rigor para desarrollarlas.
En términos de espectáculo, la radicalización de la puesta en escena le suma una crudeza y una visceralidad a la acción hasta ahora inéditas en Misión: Imposible. Pareciera que Nación secreta le hubiera servido a McQuarrie para afianzarse en un sendero ya trazado para ahora tirar la casa por la ventana en Repercusión. En varias secuencias de acción prescinde del enérgico score de Lorne Balfe (con ecos del Hans Zimmer de las Dark Knight de Nolan) y opta por violentas construcciones sonoras que ponen la adrenalina por las nubes.
A la vez, y si bien la película está armada para que nada de lo anterior nos resulte imprescindible, Repercusión es una de las secuelas que más aprovecha la (escasa) construcción previa del personaje de Ethan Hunt. Reaparece Julia (Michelle Monaghan) y tenemos algunas tímidas escenas en las que los personajes trascienden la pura exterioridad. Los diálogos más emotivos quedan en palabras de Luther (Ving Rhames), el más fiel de los colegas del protagonista.
Misión: Imposible – Repercusión confirma la excelente salud de una de las mejores franquicias del Hollywood de hoy y nos permite fantasear con más y mejor. El que no la vea en el cine, no la ha visto.