La sexta entrega de esta saga de espionaje internacional basada en una famosa serie televisiva de los años ’60 repite director por primera vez y vuelve a ofrecer el espectáculo cinematográfico de Tom Cruise poniéndose al hombro, cual Buster Keaton del cine de aventuras, toda la acción y el espectáculo que uno espera –y pocas veces encuentra– de las mejores superproducciones de Hollywood.
En un libro publicado en 1989 y titulado “The Genius of the System” (más traducible como “la genialidad del sistema” que “el genio…”), su autor, Thomas Schwatz, argumentaba que el periodo clásico de Hollywood era capaz de producir grandes películas no a pesar de su tradicional y hasta esquemático sistema de producción sino gracias a él. Que el propio formato productivo daba muchas veces resultados artísticos notables porque la “maquinaria” funcionaba a la perfección. Y que la excelencia no era una excepción, una fuga, un milagro sino que reflejaba a todas luces lo equilibrado que podía ser el propio sistema.
Décadas de cine de autor e independiente, y muchas veces falsas antinomias entre los revolucionarios y los conservadores del cine en los ‘60, generaron una exagerada idea de que todo el cine industrial era meramente un producto de consumo con poco y nada destacable a nivel artístico. Si bien esa discusión fue generacionalmente superada en las últimas décadas (en algún punto, la fecha de publicación de ese libro puede haber sido el momento transicional), quedó igualmente instalada la idea de que un producto hollywoodense de alta calidad es una excepción a la regla, un “fantasma en la máquina”, casi un milagro. Y si bien hay evidencias de que hay mucho de cierto en esa teoría, películas como MISIÓN IMPOSIBLE: REPERCUSIÓN parecen probar lo contrario. O bien, volver al origen de la discusión. Son películas impecables porque el sistema en el que fueron creadas funciona impecablemente, no como excepción. O, llegado el caso, el problema es que raramente el sistema funciona como debería hacerlo. O como lo hacía en la época de oro de Hollywood.
Tom Cruise es, de alguna manera, el representante máximo de ese sistema. Conoce sus virtudes y las aprovecha, minimiza sus defectos, utiliza los mejores talentos que tiene a su alcance y pone el cuerpo para que la máquina funcione. Y en esa entrega, en esa verdad terrenal que tienen la mayoría de sus películas, está la posibilidad de recrear ese “genio del sistema”, esa alquimia que se produce cuando la calidad del producto y su casi seguro éxito comercial van de la mano. No son agentes externos ni ubicuidad política de cierto discurso (como en el caso de PANTERA NEGRA) las que transforman a MI6 –por la sexta película de la saga, no por las siglas del servicio secreto británico– en una muy buena película, sino su fidelidad a una mística de producción, de esfuerzo, de realización a la altura de las ideas y con efectividad en todos los rubros. Acaso no haya más sistema en ese sentido clásico (el universo Marvel es otra cosa y STAR WARS ahora lo es también, ya que la repercusión de ambas excede lo estrictamente cinematográfico) y habría que pensar que Cruise es hoy ese sistema en su expresión más pura.
La trama de MI6 es imposible de resumir y está plagada de las vueltas de tuerca, giros acaso impensados y recursos clásicos del cine de acción de todos los tiempos (la persecución, la traición, la venganza y sí, la bomba), pero está ingeniosamente realizada, cree tanto en lo que cuenta y en cómo lo cuenta, que no queda otra que pararse y aplaudir hasta sus más absurdas y “bondianas” improbabilidades. No hablaría de mecanismo de relojería porque no necesariamente lo es, ya que hay una voz autoral, la de Christopher McQuarrie, guionista y director, que sale a la luz y permite que el filme tenga momentos inesperados. Pero en casi todos los casos esas “sorpresas” están perfectamente ensambladas con el todo. Individualidad y sistema funcionando como un equipo de, digamos, fútbol total.
Es claro que para que el sistema funcione con este grado de excelencia debe tener una figura que lo haga subir ese necesario escalón extra. Y el que logra eso en este equipo es Cruise (McQuarrie sería el técnico): se carga con la responsabilidad al hombro, le pone el cuerpo a todas las escenas de acción, permite el lucimiento del resto del elenco más que el suyo propio y se convierte en el capitán de esta banda que parece funcionar casi de memoria. Si seguimos con las comparaciones futboleras no sería del todo un Messi (si quieren discutimos porqué en los comments) sino más bien el Luka Modric de este team. Todo pasa por él y no hay sacrificio que el tipo no esté dispuesto a hacer por el bien del producto final, por el entretenimiento de la gente: subirse a un helicóptero en movimiento, tirarse de un avión, atravesar Londres de techo en techo y mucho más. El hombre tiene puesta la camiseta: corre, se sacrifica y a la vez entrega espectáculo. Y sí, vende la camiseta de sí mismo, claro, pero fundamentalmente la de un equipo que quiere darle al espectador lo que pagó por la entrada.
MI6 es cine físico puro, donde las caídas, los golpes y los choques se sienten en el cuerpo y tensionan con un realismo que ningún superhéroe hecho en CGI puede generar. Y si bien el filme es pura adrenalina y su trama no es más que un batido (shaken and stirred) de tropos del cine de espionaje internacional (reaparecen Ving Rhames, Simon Pegg, Alec Baldwin y Rebecca Ferguson, se agrega Henry “Superman” Cavill) y refritos ingeniosos de la propia lógica de la saga, hay un compromiso en todos sus niveles que resulta admirable. Es cierto que por momentos se siente el esfuerzo —y hasta el cansancio—, pero el proceso funciona en cada uno de sus aspectos. Y con el agregado de Cruise como motor y corazón, la victoria está asegurada.
Claramente McQuarrie entendió qué es lo que Cruise necesita y en todas las películas que han hecho juntos (dos de M:I, además de JACK REACHER y los guiones de VALKIRIA y AL FILO DEL MAÑANA) al actor se lo ha encontrado más cómodo que nunca. Es, además, un guionista ingenioso (LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE, la propia e intrincada AL FILO DEL MAÑANA), que sabe reutilizar algunos de esos trucos en una trama que también depende de descubrir a un misterioso terrorista/traficante que puede existir o no. Y es alguien que viene del policial puro y duro por lo que el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y el combate a escala menor le resulta igual o más cómodo que la gran set piece en los aires. Esas escenas terrenales le dan al filme credibilidad, una credibilidad que no se pierde (se dobla, pero no se rompe del todo) cuando la película entra en un terreno de acrobacias imposibles. Y no lo hace porque le creemos a Cruise, el maximo representante actual de los héroes analógicos. El último de los mohicanos del cine clásico.