Tom Cruise en la montaña rusa. Hay quienes se entretienen comparando las seis versiones de esta saga protagonizada por Tom Cruise, encontrando más o menos valores en cada una de las que hicieron Brian De Palma, John Woo, JJ Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie (que reincide aquí), pero lo cierto es que son todas variaciones de una receta proveniente de antiguas y elegantes películas de espionaje (con Hitchcock como uno de sus más minuciosos devotos) pasando por todos los James Bond originales o remedados, sin olvidar la serie televisiva homónima que comenzaba con la misma música del argentino Lalo Schifrin y fue sensación en los años ‘60. Hay que decir, sin embargo, que a pesar de abastecerse de esos regocijantes antecedentes, y más allá de la presencia del lampiño actor de sonrisa ganadora, las Misión: Imposible ofrecen como singularidad una apariencia moderna desprovista de vulgaridad: no vuelcan torpemente FX indigestos, procuran divertir sin poses sobradoras y no se dejan llevar por el atolondramiento de un aniñado videogame.
En Mision: Imposible – Repercusión, a su vez, el manejo de la fórmula se muestra más preciso que de costumbre, más cinematográfico incluso. La mayoría de los encuadres (con alguien o algo en primer plano mientras se divisa un objeto de interés en el fondo), la iluminación (que parece desplazarse siempre entre el azul, el verde y el blanco), el montaje (que estimula el vértigo de los movimientos desdeñando el sacudimiento confuso de la cámara) y la manera de exponer la belleza nocturna de los ámbitos recorridos por los personajes (con un gran ejemplo en la secuencia del aterrizaje en el techo de la discoteca que finaliza con una antológica pelea en un baño) demuestran que, detrás de la búsqueda de sobresaltos, hay un trabajo riguroso.
Es cierto que se abusa de la música y que algunas de las peripecias resultan graciosamente inverosímiles, con el escollo de la certeza de que Ethan Hunt (Cruise) sobrevivirá pase lo que le pase, pero se puede entrar alegremente en el juego como quien ingresa a un parque de diversiones para emprender enloquecidas carreras en karting y gozosos zarandeos en la montaña rusa. Otros puntos a favor son el heroísmo compartido (incluyendo a un Henry Cavill que supera visiblemente a Cruise en altura, aunque pronto su camaradería sufre un vuelco habitual en este tipo de artificios) y los personajes femeninos, entre los que hay malvadas de comic (Vanessa Kirby, Angela Basset) y una ex esposa beatífica (Michelle Monaghan), pero ninguna decorativamente sexy ni ingenuamente seducida por varones (basta recordar la única escena de un beso en la boca). No faltan algunos toques de humor que invitan a no tomarse demasiado en serio la propuesta, como la interrupción de una fastuosa ceremonia fúnebre.
Si algo puede objetársele a Mision: Imposible – Repercusión, en todo caso, es la invariable necesidad de ubicar del lado de los benefactores no a miembros de una ONG sino de alguna de las patas del gobierno estadounidense, en este caso la CIA. El peligro lo representa una célula anarquista, cuyo enajenado líder (Sean Harris) repite, una y otra vez, “Es necesario mucho sufrimiento para conseguir la paz”. Una buena señal de madurez hubiera sido que el guión escrito por Bruce Geller y el propio McQuarrie deslizara –aunque sea someramente y sin desviarse de su plan escapista– cuánto sufrimiento suelen deparar las operaciones de potencias mundiales como Estados Unidos para protegernos de ciertos o supuestos terroristas.
Por Fernando G. Varea