Esta sexta entrega de la saga iniciada por Brian De Palma, allá a lo lejos, en 1996, se puede definir como la mejor de las que conforman la saga. Ni se acerca a la primera que mantenía la esencia de la serie de TV original, incluyéndole la traición como elemento disruptivo de su origen.
En tanto que sobre la variable de las escenas de acción han pasado 22 años de la primera, y eso es tan real como indiscutible. Del mismo modo en que el tiempo transcurrió en la evolución, para mejor, de los efectos especiales, asimismo se muestran los efectos producidos por el mismo efecto temporal en los rostros de Ving Rhames y Tom Cruise, los únicos sobrevivientes de la primera.
Si esa respetaba la esencia de la seria de TV, ésta tiene un intento de acercamiento, más como homenaje que otra cosa, pues mientras nos presentan los títulos nos van mostrando escenas del filme que vamos a ver, muy cortas, todas cercenadas, como ocurría con la serie de TV. Por lo demás, se vislumbra de forma somera una especie de retorno al alma de “todo es trabajo en equipo”, que se había perdido desde la segunda entrega, transformándose en una especie de competencia de James Bond, protagonizada por Hunt, Ethan Hunt, en las que el bueno de Tom realiza, y no se cansa, actos de acrobacia múltiples casi sin despeinarse.
Desde lo estrictamente referente al relato, con la presentación de nuevos personajes incluidos, todo el guión no es más que un catalogo de lugares comunes repetidos hasta el hartazgo, tan previsibles como ingenuas. Como elemento de humor una frase, “estamos en eso”, repetida varias veces por distintos personajes, es la que intenta desplazar la seriedad con que el mismo se toma a si mismo, o el director asumió esa idea. Posiblemente creyendo que introducir una idea de improvisación en el texto le podría imprimir al mismo algo de sorpresa. Pero no, sólo queda en intento de humor demasiado básico.
La idea de una o varias traiciones como elemento generador de suspenso son de esa naturaleza, por lo cual pierde por completo el efecto buscado, no hay en ningún momento un significante sostenido o un elemento Mcguffin hitchcokiano que pueda hacer transcurrir hacia algo sorpresivo. Por lo cual sólo nos quedan las escenas de acción, muy bien filmadas, por supuesto, mejor montadas, claro esta, entre ellas alguna que otra a manera de impasse, planos y secuencias del orden de lo romántico.
Nobleza obliga, ese juego entre el amor llevado al sacrificio representado en su ex esposa Julia (Michelle Monaghan), y la reconstrucción del afecto necesario en Ilsa (Rebecca Ferguson), le otorgan al personaje de Ethan el equilibrio entre cierta debilidad, tal cual talón de Aquiles, y su performance inverosímil de irrompible.
Respecto de la acción y la resolución desde lo dramático, son demasiadas veces las que se utiliza el técnica del ultimo segundo, se sabe qué va a suceder, y lo estiran al infinito, eso, si bien no cansa gracias al montaje rápido de corte sobre corte, satura. Esto sin nombrar que el recurso de salvataje en último segundo, impuesta por la Escuela de Brigthon en el cine, está cumpliendo éste año la centuria, exacta.
Se sabe que es lo que vamos a presenciar, un filme de acción, pero la marca registrada de Misión Imposible, desde la pieza musical compuesta por Lalo Schifrin que sigue más viva que nunca, la expectativa es otra, un poco más compleja.
Si sólo busca entretenimiento adrenalínico, esta producción se lo asegura con creces, pero no pretenda ninguna otra cosa y saldrá satisfecho.