No hay franquicia más rica en el cine mainstream contemporáneo que Misión: Imposible, que lleva 22 años de placer continuo gracias a un grupo de directores (Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie) que conocen el cine como pocos y son generosos con el espectador, y de un actor extraordinario que sabe actuar con todo el cuerpo, Tom Cruise. Esta sexta entrega, secuela directa de Nación Secreta y, por primera vez, con repetición de director (McQuarrie, justamente), tiene todo lo que uno espera: una trama hiper enrevesada que se va aclarando a medida que pasa la película, varias secuencias de acción que nos hacen transpirar, humor, personajes a los que queremos y con los que establecemos un lazo emocional inmediato, más una reflexión moral y, como es capital en la serie, un comentario sobre lo verdadero y lo falso que sostiene toda la ingeniería. Lo mejor es, como siempre, Cruise demostrando ser un gran acróbata que nos permite creer en el peligro que muestra la pantalla, algo así como el hijo de Buster Keaton y Douglas Fairbanks para el siglo XXI, corriendo en motos, en batalla de helicópteros, saltando por los techos, volando entre montañas. ¿La mejor película de acción en lo que va del año? Por supuesto, cine puro: recuerde que “cine” viene de movimiento, aquí continuo y armónico, pura emoción.