A la altura de la sexta, parecen ya infalibles las nuevas entregas de Misión: Imposible, e instalado el consenso crítico de que, desde que Tom Cruise es Ethan Hunt, fueron cada vez mejores. Directores no faltaron: Brian De Palma, John Woo, JJ Abrams, Brad Bird, en la estupenda Protocolo Fantasma y ahora el reincidente Christopher McQuarrie, que filmó la hitchcockiana y excelente Nación Secreta, y que reincide ahora. ¿Obras maestras? Algunas, quizá, pero sin duda unas cuantas secuencias de las últimas, entre las que hay que incluir algunas de la muy disfrutable Fallout/Repercusión.
Está claro que McQuarrie y Cruise entienden muy bien de qué se trata esto de cruzar el siglo XXI con el espionaje clásico y, si se quiere, vintage, a la 007, y cómo hacer un espectáculo de acción a gran escala. Fallout es un largo dispositivo de acción, desplegada en una generosa sucesión de secuencias en las que Ethan Hunt/el astro Tom Cruise, que pone su cuerpo en forma y su gracia absoluta-, persigue y es perseguido: por los techos de París, en moto a contramano, por los túneles cloacales, los resbaladizos puentes de Londres, en helicóptero (colgado de afuera o adentro) o volando desde las alturas de una tormenta, también sobre París, en una de las escenas poéticas de la película.
La misión es realmente imposible: robarle el plutonio a una peligrosa organización criminal que amenaza con destruir porque hay que sembrar sufrimiento para lograr la paz. A cambio de entregarles a su más peligroso líder, un anarco terrorista preso y blindado. Una misión que vuelve a cruzarlo con la bella Ilsa (Rebecca Ferguson) y en la que lo acompaña su reducido team, Luther (Ving Rhames) y Benji (Simon Pegg). Fallout toma buenas decisiones, como ahondar en la relación entre ellos, divertida y entrañable, mientras los cartuchos puestos en las secuencias de acción, con extras y dobles que van quedando por el camino de escenarios turísticos, ganan con una narración cinematográfica creativa, que usa el fuera de campo, extrema las situaciones más extremas o hace de una pelea física, cuerpo a cuerpo, en un baño de hombres impoluto, una fiesta de juego con la puesta en escena y el humor. Puede ser, como señalan algunos, que Fallout tenga menos humor que Nación Secreta o films anteriores de la saga. Pero cuesta pensar en qué otra cosa cabe pedirle a semejante dosis del más virtuoso y elegante cine de acción.