Misión Imposible - Repercusión

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

LA BATALLA DEL MOVIMIENTO

Hasta el momento, la saga Misión: Imposible había contado con cinco directores diferentes, cada uno incorporándole su estilo personal: Brian DePalma la introspección paranoide y la forma hitchcockniana; John Woo la espectacularidad artificiosa; JJ Abrams su voluntad y energía para ponerse al servicio del concepto; Brad Bird el espíritu paródico de la animación traficado en un film de acción y espionaje; y Christopher McQuarrie su origen de guionista para construir un relato de una perfección pasmosa, que fascina plano a plano, secuencia a secuencia, como una suerte de resumen y renacimiento. Misión: Imposible – Repercusión llega entonces para generar una alteración en la franquicia, al repetir al hombre detrás de cámaras por primera vez, aunque esto no es del todo antojadizo: porque hay que entender a Repercusión como una indudable secuela de Nación secreta y, tal vez, como el capítulo intermedio de lo que podría convertirse en una trilogía. En esta sexta entrega se continúan los episodios de aquella quinta parte, y se profundiza en la crisis personal que los actos y sus consecuencias generan en el agente Ethan Hunt y sus compinches. Todo, mientras McQuarrie articula una seguidilla de persecuciones, engaños y mascaradas magistrales, al servicio de la forma en que ese singular héroe de acción llamado Tom Cruise entiende el gran espectáculo: una exposición bella y fascinante del movimiento cinematográfico estirando todos los límites posibles.

Es verdad que hay un tono más sombrío en Repercusión (aunque la película no pierda nunca el sentido del humor), que se puede asimilar ni bien se escuchan los primeros acordes de la intervención habitual sobre la mítica música de Lalo Schifrin, y que ese registro tal vez haga algo de ruido en comparación con la más lúdica Nación secreta. Los prólogos de ambos films son ejemplares: si aquella comenzaba a lo James Bond, con una inverosímil escena donde Cruise colgaba de la puerta de un avión que despegaba, ahora se elige un sueño, una pesadilla, en la que Hunt sufre por la fallida relación con su esposa Julia. Evidentemente a Cruise le gusta el melodrama (bueno, las películas de Misión: Imposible siempre fueron melodramas disfrazados de films de acción y suspenso) y el personaje de Michelle Monaghan vuelve una y otra vez para alertar no sólo de los peligros que acechan al pobre Hunt, sino también a la propia franquicia: volverse demasiado cruisedependiente, como pasaba en los peores momentos de la tercera entrega. Pero aún más: si el universo en el que se mueve Hunt es fascinante, lujoso, espectacular, Julia lo ancla a lo mundano, a lo prosaico. Y a nadie, por cierto, le interesa ver a Hunt desayunando y yendo a comprar el diario en pantuflas.

Pero hay algo respetable en el film de McQuarrie y es que se anima a tirarse de cabeza al melodrama, como lo ha hecho tantas veces el propio Hunt lanzándose al precipicio. La insistencia, en este caso, es una saludable actitud. Y lo bueno esta vez es que sale totalmente airosa: porque a la perfección y la simetría de la película anterior, le incorpora el drama personal como un móvil para la acción. El tema de la amistad y el jugarse por el otro, incluso por encima de un bien superior, le agrega esa dosis de intimidad que convierte a esta aventura gigantesca en algo cercano. Repercusión es una película inquieta, reptil en las múltiples trampas con que nos enreda, hiperbólica en la autoconsciencia con la que administra sus tiroteos y persecuciones: aceptando que ya hemos visto a Hunt correr, conducir motos y automóviles incontable cantidad de veces, la película imagina múltiples posibilidades. Y tenemos un tiroteo sin sonido y donde sólo se escucha la banda sonora, una persecución súper orquestada y otra donde explotan en primer plano -y exclusivamente- los motores de autos y motos. Cada secuencia luce una planificación notable, donde el impecable montaje sobresale como la herramienta que logra darle sentido y ritmo a la narración, pero además las películas de Misión: Imposible alcanzaron un grado de sofisticación y elegancia difícil de ver en el resto del mainstream hollywoodense. Claro está que las callecitas europeas le dan ese look que la franquicia necesita para convertirse en el más distinguido entre los entretenimientos masivos y populares que el cine puede mostrar hoy. Repercusión luce a cada momento.

Por cierto que como nunca la nueva entrega de Mision: Imposible hace recordar a James Bond, el padre de todo este asunto. Esa estructura de tiempo muerto que se inserta entre secuencia de acción y secuencia de acción explicita la idea de causa y efecto que la película quiere plasmar desde el título, pero también la actitud del astuto villano Solomon Lane (estupendo Sean Harris) que lleva a Hunt hasta el límite. Y esa estructura, decíamos, recuerda a las aventuras del agente 007. La comparación no deja de ser odiosa, porque mientras Misión: Imposible goza de un absoluto espíritu renacentista (trazando caminos sobre lo clásico, lo cual es curioso), James Bond se empantana en una búsqueda de sentido que olvida lo lúdico de sus orígenes, como ocurre con la última serie de películas protagonizadas por Daniel Craig. A las Misión: Imposible, a la luz de las ideas que alumbra Cruise desde la producción y poniéndole el cuerpo a cada escena, el paso del tiempo las ha ido convirtiendo en mecanismos cada vez más perfectos. Tal vez McQuarrie desde su estirpe de cineasta físico y virtuoso sea el mejor socio que encontró el actor para convertir sus obsesiones en acción, en una batalla del movimiento de lo más apasionante. Misión: Imposible – Repercusión es de esas películas que sólo exigen sentarse frente a ellas y disfrutarlas con el corazón en la mano. Gracias por tanto.