Crónica marciana
Se está comparando a Misión rescate (The Martian, 2015) con Apolo 13 (Apollo 13, 1995) y Náufrago (Cast Away, 2000). En la primera película un astronauta (Tom Hanks) debe pilotar la malhadada nave espacial, dañada y en peligro inminente, de regreso a la Tierra. En la segunda un ingeniero (Hanks de nuevo) naufraga en una isla desierta y debe aprender a sobrevivir a solas y sin atajos tecnológicos.
Misión rescate trata sobre un astronauta, Mark Watney (Matt Damon), que tras quedar accidentalmente varado – y dado por muerto – en el planeta Marte debe ingeniárselas para sobrevivir mientras aguarda un rescate quimérico. No pierde tiempo y hace un inventario de todas sus posesiones, que incluye una selección de instrumentos, vehículos y campamentos (totalmente oxigenados), además de una cantidad extensa de raciones de comida.
De momento está como quiere, pero el problema es la situación a largo plazo. Pueden pasar años antes de que le rescaten, si es que le rescatan, si es que envían una misión, si es que se enteran de que sigue vivo. No cunde en pánico. Enfrenta la situación de buen humor, el cual mantiene el resto de la película sin demasiada inflexión. “I’m going to science the shit out of this,” declara (“Voy a resolver todo con ciencia”). ¿Cómo conseguir comida? Por fortuna – palabras que se repiten demasiado para no resultar cómicas – Mark es botánico, y logra cultivar papas en su propio excremento. ¿Cómo conseguir agua? Por fortuna, Mark sabe cómo quemar hidrógeno líquido para condensar H20.
Misión rescate es la versión cerebral de Náufrago – los problemas no son físicos sino mentales, y el protagonista se guía más por inteligencia que por instinto. Todo es lógico para Watney, triunfe o falle, y consecuentemente sus propias conquistas en un planeta sin agua ni oxígeno tienen menos impacto emocional que las de un náufrago que logra hacer fuego en una playa. Watney está en su elemento: es un astronauta en un planeta, un botánico cultivando vegetales. El náufrago es un burócrata que debe aprender a sobrevivir, a sacar el cazador-recolector que lleva dentro. Watney simplemente ejerce su trabajo.
La historia es esencialmente una crónica de los problemas técnicos a los que Watney se enfrenta y las soluciones ingeniosas que aplica, orgullosamente documentándose ante las cámaras de su base como si luego fuera a subir el video a Youtube. Dicen que el orgullo viene antes de la caída, pero pasa más de una hora hasta que Watney se enfrenta con un problema que no puede resolver inmediatamente. Esto nos lleva a la gran crítica de la película: el protagonista nunca es puesto verdaderamente en jaque, con lo que el conflicto nunca llega a elevarse a estratos dramáticos y el personaje no tiene oportunidad de cambiar o crecer. Watney entra y sale de la película siendo la misma persona. Viva o muera, no gana ni pierde nada.
Con todos sus defectos, la película funciona porque trata exclusivamente sobre lo asombrosa que es la situación de Mark, y rápidamente se construye una tenue comedia basada en la perplejidad y la fascinación del ser humano por controlar lo incontrolable.
Mark enfrenta la situación con un sentido del humor tan irónico como improbable. Como muchos personajes de su generación, Mark tiene el hábito de asombrarse ante su propia astucia, concluyendo sus extensos raciocinios y deducciones con frases tipo “así que… bueno” y “o sea que… eso”. Mientras tanto en la Tierra, la cúpula de la NASA (un elenco excelente encabezado por Jeff Daniels, Chiwetel Ejiofor, Sean Bean y Kristen Wiig) trabajan incansablemente para resolver la situación. En el espacio flota la antigua tripulación de Mark (Jessica Chastain, Michael Peña, Kate Mara, Sebastian Stan y Aksel Hennie), indiferentes a la suerte de Mark y a las artimañas de la NASA, pero atentos a sus instrucciones.
La acción se traslada prolijamente entre la Tierra, Marte y la antigua nave espacial de Mark, y se reparte entre docenas de personajes cuya presencia socava cualquier sensación de aislación o soledad. Todos son sumamente inteligentes. Lo que Mark no puede resolver, la NASA se hace cargo; si la NASA se traba, un joven astrofísico interviene con una idea loca pero que cree que puede llegar a funcionar; y así la cadena de problemas y soluciones prácticas se perpetúa hasta terminar de cerrar el círculo con Mark, que siempre está un paso delante de todos.
El director es Ridley Scott, uno de los grandes maestros de la ciencia ficción, habiendo hecho Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) y Blade Runner (1982). Misión secreta es la primera vez que aborda la ciencia ficción “dura”, o abocada a la ciencia más que al espectáculo, sin la intervención fantástica de alienígenas o androides. No se acerca a la genialidad de su obra más icónica pero es de lo mejor que ha producido en sus últimas décadas de prueba y error. Si algo depara a Misión rescate de la inmortalidad es su falta de ambición. Le falta la sensación de urgencia de Apolo 13, o Gravedad (Gravity, 2013) para el caso, o la sensación de que estamos siendo testigos de algo terrible y magnífico, como sugieren las apesadumbradas peripecias de Interestelar (Interstellar, 2014). Misión rescate se contenta con ser un poco excéntrica, e ironizar sobre su excentricidad. Por fortuna, es muy divertida.