El realizador de “Ed Wood” y “Beetlejuice” dirige esta adaptación de una novela juvenil de Ransom Riggs que, estética y temáticamente, le cae como anillo al dedo. Pero tras una extraordinaria primera hora a la altura de lo mejor de su carrera, la película pasa a ser dominada por los efectos especiales y pierde el rumbo. Y la poesía…
No leí la novela original en la que se basa la película MISS PEREGRINE Y LOS NIÑOS PECULIARES pero estoy seguro que su autor, Ransom Riggs, tenía estudiada de memoria la filmografía de Tim Burton cuando lo escribió. De no ser así (en entrevistas Riggs dice ser un fan de Burton de toda la vida) hay que decir que las sensibilidades de ambos corren de manera tan paralela que la novela parece hecha a medida para el autor de EL JOVEN MANOS DE TIJERA.
Todos los elementos del universo burtoniano, casi película por película, están ahí. Las leyendas en apariencia inverosímiles pero finalmente reales contadas por un antepasado (como en EL GRAN PEZ), el universo secreto de monstruos y fantasmas que se esconde en medio de un suburbio gris cualquiera de Estados Unidos (BEETLEJUICE, EL JOVEN MANOS DE TIJERA), un personaje que crea criaturas deformes y les da vida (EL JOVEN…, FRANKENWEENIE), un protagonista que se siente fuera de sitio en su medio habitual, padres desentendidos y un mundo entre mágico y pesadillesco que lo espera a la vuelta de la esquina (ver absolutamente todas las películas de Tim), con personajes entre encantadores y espantosos, según el ojo de quien los mire. Todo está ahí, servido en bandeja.
Y MISS PEREGRINE Y LOS NIÑOS PECULIARES tiene un comienzo a la altura de las expectativas. Si bien sabemos que Burton ha perdido un tanto el pulso que lo ha hecho una celebridad en los ’90 y ha empezado a repetirse estilísticamente al borde de autoparodiarse, hay algo en la historia que logra evitar caer de lleno en el autoplagio, una suerte de conexión espiritual entre el protagonista del filme y el Burton adolescente, fascinado por mundos espeluznantes pero mágicos a la vez que le permitían escapar de la medianía suburbana.
La película se centra en Jake (Asa Butterfield, el hoy ya adolescente protagonista de HUGO, de Martin Scorsese) quien encuentra a su abuelo (Terence Stamp) asesinado en circunstancias misteriosas, abuelo con el que tenía una gran relación y que le contaba historias sobre sus aventuras en la Segunda Guerra, en especial las relacionadas a una especie de internado para chicos especiales en un pueblito galés en el que se refugió escapándose de los nazis en la Segunda Guerra.
Por recomendación de la siquiatra que lo trata tras el trágico suceso (Allison Janney), Jake y su papá (Chris O’Dowd), un desentendido padre de suburbio solo preocupado por mirar la tele y que jamás creyó en las historias de su propio padre, viajan allí y encuentran el lugar el ruinas, destruido por un bombardeo en esa misma guerra. Pero en realidad, para “entrar” en él hay que meterse via un portal temporal en el que las criaturas de los cuentos del abuelo cobran vida, con todas sus peculiaridades, típicamente “burtonianas”, con sus deformidades y extrañezas. A las que hay que sumarle el hecho de que viven en un “loop” de 24 horas que obliga a resetear el día una y otra vez antes del bombardeo, a la GROUNDHOG DAY.
Jake no sabe bien cuál es su “peculiaridad” pero se dará cuenta apenas unos enormes monstruos lleguen a poner en peligro la bizarra estabilidad del lugar, ya que él es el único que los ve y puede detenerlos. Y allí comenzará la segunda parte del relato, la de la aventura, en donde las debilidades narrativas del cine del realizador de ED WOOD empiezan a quedar al descubierto. Tras haber creado un universo extrañamente bello no sabe muy bien qué hacer con él, como narrar las aventuras y persecuciones que se suceden, especialmente después de la aparición de Dame Judi Dench y Samuel L. Jackson como dos seres con poderes, el segundo con malísimas intenciones.
Esta especie de X-MEN de tren fantasma de Tim Burton funciona en tanto el realizador se dedica a mostrar sus peculiaridades y sus relaciones, en especial la que Jake tiene con Emma (Ella Purnell), una chica que, como sale volando por los aires, tiene que andar con botas de plomo. Miss Peregrine (Eva Green) funciona como la benevolente pero poderosa mandamás, la versión del Charles Xavier de aquel grupo de mutantes. Los problemas empiezan –para los protagonistas y para el relato– cuando hay que impulsar la trama, ya que los sucesos narrativos se apilan, se vuelven confusos y la parte más delicada y personal de la historia pasa a segundo plano. Da la impresión de que –a la manera de X-MEN— la metáfora del nazismo podría ser más explorada, pero eso también queda de lado a manos de un tornado de efectos especiales y un impulso marketinero en convertir a la película en una franquicia similar a HARRY POTTER de la manera que sea.
Esa caída en interés no significa que MISS PEREGRINE… sea una mala película. De hecho, cuenta con algunos de los mejores momentos poéticos de la filmografía de Burton en mucho tiempo, a años luz de los trabajos en apariencia por encargo que venía haciendo últimamente, desde que su peor película (ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS) se convirtió en su mayor éxito. El cine de Burton ya no volverá a ser lo que fue –eso queda bastante claro– y su estética en un punto quedó tan fija como fechada, pero siempre se las arregla para crear momentos de curiosa poesía en cada una de sus películas, hasta en títulos que no tuvieron aquí mucha trascendencia como SWEENEY TODD y BIG EYES.
MISS PEREGRINE… es una de esas películas. Por momentos nos hace recordar al mejor Tim Burton pero luego nos deja con la sensación de que solo alcanzamos a ver pedazos de su talento, momentos de su magia.