Volvió Tim Burton. Sus películas son siempre un acontecimiento, más allá de la calidad: Burton es diferente del resto de Hollywood incluso cuando se equivoca. Tiene una iconografía, un mundo y un estilo propios, pero de un tiempo a esta parte ha perdido parte del filo. Quizás esta película, como algunas de las anteriores, merezca una reevaluación posterior, pero esta saga sobre niños con poderes especiales -algunos bastante macabros- que enfrentan seres de una enorme maldad, parece ser otra búsqueda a ciegas. Están los personajes de Burton (los marginales freaks que, más allá de lo macabro, conservan un corazón enorme) y hay incluso una burla amable a la doble moda de la fantasía preadolescente y el film de superhéroes, dos de las tendencias dominantes del Hollywood de gran espectáculo. Pero cabe recordar que Burton fue el autor de Batman Vuelve, de El joven manos de tijeras, de Ed Wood, de El Gran Pez, de Charlie y la fábrica de chocolate. Esa auténtica desesperación cubierta en ciertos casos por la fuerza de lo cómico aquí aparece no en el estado salvaje de Beetlejuice, sino domada por un señor que tiene plena conciencia de sus herramientas y que, paradójicamente, en ocasiones trabaja a reglamento. Pero la película vale, y tiene un pilar fundamental en la gran Eva Green, que eleva algunas secuencas al grado de verdadera poesía anárquica. Repitamos: quizás merezca reevaluación.