Miss Tacuarembó: Coleccionista de estampitas
"El color llegó a mi vida cuando cumplí ocho años", dice la voz en off de Natalia, mientras se ve la escena del televisor recién comprado. "Ese televisor me lo había traído Cristo", remata. Es el recurso que repite el director Martín Sastre durante su opera prima Miss Tacuarembó. La película funciona como el espacio creativo del artista visual uruguayo que juega con el género del musical y va hilvanando la historia de Natalia, nacida en Tacuarembó, con varias búsquedas formales. El resultado es desparejo.
Basada en el relato de Dani Umpi, Miss Tacuarembó plantea con ritmo de videoclip, cómo Nati (Natalia Oreiro) que de niña amaba a Cristal (Jeanette Rodríguez), Flashdance, Cristo y la jerarquía de santos personales, sueña con ser una estrella de Hollywood.
El relato va y viene, del pasado que se describe traumático y con guiños humorísticos (con malas muy malas y la misma Oreiro en el rol de Cándida), al presente en Cristo Park, donde trabaja Natalia a los 30. La acompaña siempre su amigo de la infancia, rol que interpreta Diego Reinhold.
Paralelamente a la búsqueda de la felicidad que lleva a Natalia a Buenos Aires, su madre Haydée (Mirella Pascual) recurre al reality Todo por un sueño, conducido por el personaje de una Rossy de Palma más extrema que nunca, para encontrar a la chica que huyó de Tacuarembó 10 años atrás sin dejar rastro.
La película cruza muchas líneas de consumo popular y masivo: la telenovela venezolana de los años 1990 y Cristal como ícono; el reality televisivo; Madonna, Flashdance, Los Parchís; y el tema religioso como material elegido para la parodia continua de la iglesia católica y sus dogmas en ese pueblo del norte uruguayo.
Cine ¿para todos?
Miss Tacuarembó apunta a un público amplio con tono y ritmo para niños muy estimulados, pero, al mismo tiempo, predomina el manejo de la ironía y lo kitsch que se instala como el modo con el que Sastre decide contar la historia visualmente.
Cada espectador deberá tomar distancia con respecto a unos contenidos entre naif y delirantes. Los niños viven sus fantasías como reales y la imagen las interpreta en todas las dimensiones que le da la niñez a lo lindo y lo feo, a creencias y miedos. Pero ese universo fantástico, fetichista, supersticioso y lúdico no cambia cuando aparecen los adultos galgueando en el parque temático y después, metidos en la escenografía del reality. El efecto es una mezcla rara de película de Palito Ortega de los años 1970, televisión basura e imitación de segunda de figuras inalcanzables.
Salva al conjunto, la fotogenia de Oreiro, en la cuerda que mejor maneja, la comedia (como cuando era la Monita en Sos mi vida); el talento de Diego Reinhold con su rostro de payasito triste y algunos chistes y encuadres del director que pinta un mundo de colores chillones. Jeanette Rodríguez en persona es uno de esos chistes para grandes con hábitos noveleros. Los chicos descubrirán a Ale Sergi (el integrante de Miranda! que también compuso las canciones) en la puerta del parque y se identificarán con los niños, Sofía Silvera y Mateo Capo.
Miss Tacuarembó es una historia de desarrollo visual barroco, creación de un director que recién inicia su camino en el cine.