Pop, kitsch y sueños de superestrella
Natalia, niña en Tacuarembó - Uruguay - y adulta en Buenos Aires, siempre ha tenido un sueño estelar. Entusiasta del canto y del baile, su máxima aspiración es llegar a cantar y bailar en televisión, pero a sus treinta años parecen estar cerrándose todas las puertas. Subsiste en la capital argentina gracias a un trabajo deprimente en un bizarro parque de diversiones de temática religiosa. El día que asiste al que decide será su último casting, si bien no lo sabe, es un día muy especial: su pasado y su presente se encontrarán en el momento soñado de su vida.
El debutante Martín Sastre se las apaña con un guión irreverente y lleno de guiños a la cultura de los ´80 y al pop en una trama que divaga entre el pasado y el presente, con algunos altibajos.
En el elenco no faltan los lugares comunes (el sempiterno Diego Reinhold como el amigo gay, la utilización de la propia actriz protagónica para encarnar a su némesis) pero también hay guiños acertados (los cameos de Janet Rodríguez, Ale Sergi de Miranda y Graciela Borges). Con un comienzo tibio, un buen desarrollo y un final flojo, esta adaptación de la novela de Dani Umpi no le hace honor a su original. Los actores, especialmente los infantiles, no brillan particularmente ni con naturalidad, a excepción de Oreiro; y si bien la puesta en escena está muy cuidada y se luce desde la fotografía y el trabajo de cámara, no llega a conformar un producto homogéneo.
En definitiva: Martín Sastre no hace papelones, pero coquetear con lo bizarro requiere de una mano mejor entrenada. Tampoco habrían venido mal mejores efectos especiales; no se debe confundir kitsch con mal hecho. Como comienzo es promisorio, lástima el desperdicio de un material que tenía un mucho mejor potencial cinematográfico.