El cine independiente argentino sigue descubriendo géneros y estructuras narrativas en Miss, ópera prima en la dirección, guion y producción de Robert Bonomo.
Estrenada en el último BAFICI, Miss es una típica comedia de autor, de esas que abundan en festivales como Sundance y el indie norteamericano, pero que, en nuestras tierras, todavía se veían algo lejanas.
Si un personaje hace a una película, ese es Robert (Roberto Makita, al que por algo le sacaron la última letra como el director) un muchacho particular, que llama la atención ni bien lo vemos por primera vez.
Robert es descendiente de chinos y japoneses, físicamente lánguido, decide vestirse con ropas y de una forma que parecen exacerbar esa condición. Pero esa languidez no es la del espíritu; Robert vive soñando con cosas que pueden estar bastante lejos de su alcance.
Esgarbado y fuera de los cánones corrientes de belleza, quiere filmar una película en la cual él es el protagonista disputado por varias chicas – ¿A quién me hace acordar? –.
Pero Robert no está solo en Miss, hay una contrafigura, Laura (Malena Villa), modelo resignada, de evidente belleza prototípica, que, al cruzarse en el camino del muchacho, se convertirá en su obsesión para cumplir otro de sus anhelados deseos, realizar un record Guinnes.
Miss juega a la clásica comedia de los opuestos, el rechazo y la atracción. El núcleo es sencillo y cuenta con los elementos suficientes para ser atractivamente pintoresca.
Robert desprende ese extraño magnetismo de la peculiaridad que tanto llama la atención a la cámara. Hay algo en él de ese Woody Allen acomplejado enamorado perdidamente de mujeres mucho más agraciadas que él. Pero Miss no es un film en el estilo del director de Manhattan ni mucho menos.
El guion, co-escrito junto a los reconocidos Juan Villegas y Santiago Giralt maneja hilos puros y resoluciones simples, quizás buscando una mayor apertura de público. Su espíritu independiente (pese a contar con la financiación del INCAA) se trasluce en los personajes, el entorno que manejan, y el modo de presentarlos.
Miss presenta una coyuntura idealizada, recorre lugares comunes, y da la sensación de una sociedad argentina, bonaerense, porteña, colorida y de muestra. Algo típico de las comedias estadounidenses en las que sabemos que la vida en el país del norte no es tan estimulante como lo que nos muestran.
Robert Bonomo proviene del mundo de la publicidad y eso explica mucho de su cuidado técnico cercano a la pulcritud. Cada plano pareciera debidamente estudiado en Miss; realiza un interesante lenguaje de la estética y la elección de colores; en acompañamiento con la banda sonora que completa el cuadro.
La génesis de Miss habla de Bonomo habiéndose sentido interesado por la figura de Makita, que no dista demasiado de la de su personaje, y crearle una historia y un micromundo alrededor de él. Quizás sea el micromundo en el que Makita quisiera vivir, quizás sea el micromundo que Bonomo construye en sus trabajos habituales.
Así como Robert se contrapone a Laura, Miss se contrapone a las llamadas comedias de pueblo que son una tradición en nuestro país, teniendo un antecedente reciente y meritorio como Las Ineses. Su estructura es mucho más férrea, encorsetada, pensada desde la imagen, no solo por una cuestión de urbanismo.
Si hace unos meses se celebraba que el último film de Ariel Wynograd, Permitidos, parezca lo menos argentino posible; Miss termina estando más cercana a esas comedias mainstream (pero en frasco chico) que a la tradición costumbrista de personajes reconocibles también fuera de la principal ciudad.
El cine independiente nacional logró una agradable comedia que respeta al género a rajatabla, que sigue las fórmulas pre establecidas, y le otorga una estética detallista. Quizás en un futuro se encare un nuevo desafío, amalgamar esa propuesta al nivel de los estándares mundiales a nuestro propio estilo.