Miss

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

UNA PELICULA DE OTRO TIEMPO Y LUGAR

Una comedia romántica sensible con personajes naif. “Nada nuevo”, dirá el lector y estará equivocado. Miss es una verdadera rareza si nos detenemos a pensar unos segundos el panorama del cine independiente argentino, que es donde se inscribe; incluso es una película muy arriesgada: su apuesta es definitiva por la comedia (aunque melancólica, comedia al fin), una herejía si pensamos en términos festivaleros, con un protagonista al que se pone en un lugar fácilmente ridiculizable (un tipo desgarbado y poco agraciado que se enamora de una modelo principiante y muy bella) pero al que la mirada del director Robert Bonomo observa con una distancia tan precisa que no cae ni en el paternalismo ni en el cinismo. Y esa es la clave de la película: poner en escena una historia que pertenece a otro lugar y a otro tiempo, pero con una sensibilidad que la ancla perfectamente en un aquí y ahora que se adivina hostil desde el fuera de campo pero que nunca la daña.

La historia de Roberto Law Makita, el protagonista, es más que interesante. Bonomo lo conoció en un casting y se fascinó con él, pero en vez de un documental la investigación sobre su persona desencadenó en una ficción, que se nutre de elementos de su vida aunque los traduce en una forma de raro reality show. Uno supone que el Law Makita de la realidad no dista mucho del que se ve en Miss: soñador, algo ingenuo, cree tener algún tipo de poder adivinatorio y es fanático de los récords mundiales. Precisamente, anda con un libro Guinness, aquel famoso material donde aparecían los fenómenos universales más ridículos y que hoy luce fuera de moda. De ese tipo de ingenuidad es de la que habla Bonomo en su film, de una que no tiene tanto que ver con la ignorancia o la negación, sino más bien con una lógica remota y con otro verosímil. Por eso también que ronde como un fantasma la figura de una vieja Miss Argentina -otro objeto fuera de moda-, personaje sobre el que cae un velo de misterio que multiplica el sentido que la película construye sobre el tema del pasado.

Si bien algunos podrán ver relaciones entre Miss y el cine de Wes Anderson, lo cierto es que Bonomo no piensa sus universos melancólicos desde una perspectiva estético/estática. También, es cierto, esto no sucede porque los personajes de Miss pertenecen a otra escala social que los intelectuales andersonianos; son clase obrera, incluso marginales si pensamos el tema de la inmigración (Law Makita es mezcla de chinos y japoneses, su amigo es boliviano) y el tipo de trabajos que consiguen: cuidan casas de familias pudientes, se quedan con las sobras del sistema. En esa mezcla de universo cinematográfico cerrado y autosuficiente, con un la exposición de un contexto socio-económico de sectores medio-bajos la película incorpora una rugosidad impensada y no expresada en términos políticos explícitos. Ese es el mundo que habitan los personajes y nadie intenta rebelarse aquí: por eso el refugio en el pasado, en esa forma de seguridad.

Lo que termina importando en Miss es esa historia de amor, que se nutre de situaciones simpáticas, absurdas, naif, y que sigue el derrotero de tantas historias de amor del cine: los amantes se conocen, se acercan, se distancian, se reencuentran. Pero que tiene la singularidad de estar construida con la textura de un cine no tan convencional, con sus tiempos y su personalidad bien definida. Desde ese cruce de conceptos es que hay una empatía veloz con el espectador, pero también una exigencia por ingresar en sus códigos humorísticos y temáticos. Miss es una película sencilla a simple vista, y son sus personajes -fundamentalmente el protagonista- los que terminan de confirmar su característica de rara avis. Lo raro, en este caso, no es tanto una sobreabundancia de símbolos y poses contraculturales, si no la más radiante e impensada humanidad.