De la “Trilogía de la libertad”, reconozco haberme perdido la primera, pero no la segunda (“Moacir”). Recuerdo que el personaje principal del documental (o experimento cinematográfico), era un hombre carismático, tierno y con un gran coraje para sobreponerse a su circunstancia.
Supongo que eso vio Tomás Lipgot, el gran responsable de los tres episodios que describen un camino de lucha y búsqueda de desarrollo personal. Para quienes no lo recuerdan, Moacir era un interno del hospital neuropsiquiátrico Borda a quien él conoció accidentalmente.
El recuerda ese instante como algo decisivo en su carrera (todos estos films ganaron muchos premios en festivales alrededor del mundo), donde el brasileño exilado y perdido, se puso a cantar con todo el corazón para mostrarle que su anhelo de trascender como artista, estaba intacto a pesar de todo lo que le estaba pasando.
Cuenta la historia que Lipgot y Moacir hicieron tándem, y el director impulsó la carrera como intérprete del segundo. Fue como Midas. Hizo parte de su sueño realidad.
Lo acompañó y protegió para que Moacir pudiera explotar con su talento (porque lo tiene) y convertirse en una pequeña celebridad del indie local. En esta oportunidad, seguimos con las andanzas del artista recuperado, pero esta vez el objetivo es hacer (rodar) una película. Claramente, una cuestión más ambiciosa que la anterior. Y Lipgot, en su rol de impulsor y andamiaje de Moacir Dos Santos, sostiene el proyecto y lo visualiza para que su (ya) amigo, avance en la dirección adecuada.
Al menos, en cuanto a lo que el instinto les dice. “Moacir III” es una cinta (como las anteriores) difíciles de clasificar. Es entretenida y transmite mucho calor y color. Tenemos a un tipo querible al que todos queremos que le vaya bien, y a un director que sabe de jugársela y lo acompaña para explorar una relación cineasta-observado que instala escenarios novedosos para el medio. Aquí hay de todo un poco (ensayos, discusiones de guión y aspectos de producción, búsqueda de intérpretes, charlas al pasar). Pero la van a pasar bien.
Y si no vieron las anteriores, quizás sea una buena oportunidad para conocer a un director intenso, simpático y muy presente en sus trabajos. Un documental de avance (y lo digo así, lejos de poder justificar esa terminología), que cierra una trilogía interesante y entrañable, en cierta manera.