Durante años, cine animado fue sinónimo de Disney, por lo menos en tierras de Hollywood. Aunque esos tiempos a no son tan así y han surgido varias contendientes y muchas veces ganadoras en la taquilla; a la empresa del ratón le alcanza con una propuesta como Moana: Un mar de aventuras, para desterrar las dudas sobre quién es el líder en la materia.
Mientras otros apuestan a una supuesta originalidad buscada en la modernidad, aquí se aplica la misma fórmula que ya le vimos a Disney una y otra vez; que no deja de ser efectiva.
Moana es otro eslabón más en esa extensa cadena de Princesas Disney. Las hay de todo tipo y clase; de las etnias más variadas para que ninguna niña se sienta excluida. Buscaron en el mapa y vieron que quedaba un cupo en Polynesia, y hacia allá fueron.
La historia toma varios elementos de la mitología tradicional del lugar (más allá de que obtuvo varias críticas por alguna “infidelidad”) y se ubica miles de año atrás, cuando las islas Motu Nui pertenecían a ese sector de Oceanía y no al actual occidente de Chile.
En los primeros minutos, a modo de introducción nos cuentan la historia de Maui, un semi-Dios que embebido en arrogancia decide robar una piedra preciosa conocida como el corazón de la Diosa Te Fiti, Madre Tierra del lugar. Este acto solo trajo caos en el equilibrio natural de la zona, y Maui desapareció sin que nunca más se sepa de su presencia.
Motu Nui lleva años con un desequilibrio que hace peligrar su subsistencia, los recursos se están agotando si muchas explicaciones. Moana es la hija del líder de la tribu del lugar, que se encuentra en preparación para asumir su cargo. Pero también tiene un llamado místico con el agua, que su padre rechaza, pero al que deberá atender desobedeciendo para salvar el futuro de los suyos.
Moana es llevada por el océano a buscar a Maui para que juntos reintegren el corazón a Te Fiti y se recomponga la armonía.
Desde Ariel a Mérida (que es de Pixar rindiéndole homenaje a su socia), pasando por Mulan o Rapunzel; los elemento se repiten. Una princesa que debe cumplir su legado, que siente la rebeldía de la aventura y debe madurar, responde a un llamado que la llevará a salvar a toda la población y a un crecimiento personal. Tenemos al personaje que es la voz de la experiencia, padres que rechazan ese llamado a la aventura, y un personaje amigo – convenientemente un animal – que sirve como comic relief. Todo está ahí; no hay acá romance, esta parece ser la nueva era de Disney, pero si hay un dúo, formado entre Moana y Maui para formar una aceitada buddy movie.
Si (casi) todo lo que se presenta ya se ha visto ¿Cómo es que funciona tan bien? Es la ventaja de jugar un juego conocido, a Disney estas películas les salen de taquito y como a ningún otro. Alcanza con ver los créditos para caer que en la dirección realizada entre cuatro; y el guion escrito por ocho; nos encontramos con los nombres líderes de Ron Clements y John Musker; expertos del mundo Disney y de las Princesas de la factoría.
El dúo responsable de La Sirenita, Hércules, Aladdin, y La Princesa y el sapo; simplemente hace todo bien. Moana fluye como el agua en el océano, es muy entretenida, divertida, amena, con el mensaje correcto, y sin sobresaltos. No hay momentos en que decaiga.
La animación es un regalo para la vista; y la cantidad de personajes no hacen más que comprarnos desde que aparecen (atención con los piratas).
Moana es una ventura para el espectador, ya sea chico o adulto (sin necesidad de recurrir a gags propios para estos), nena o varón (es de las primeras Princesas Disney que entretiene a “ambos sexos” por igual); y tiene todo para convertirse en un clásico a la altura del resto. En este punto, la banda sonora es fundamental, como siempre, las canciones son entradoras y permanecerán en nuestra cabeza durante semanas.
Disney demuestra que puede innovarse sin correrse de su eje, volviendo a demostrar por qué es un líder indiscutido; en esto son imbatibles.
Párrafo aparte para decir lo mismo de siempre, llegue temprano a sala y no se pierdan el corto de inicio, Inner Working, imagínense la mezcla perfecta entre Intensa-Mente, Up y Wall-E paraque den una idea de lo precioso de estos seis minutos que nos preparan de la mejor manera para el plato principal.